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El arte constituye una escuela para la vida, ¿cierto? En la década de 1970 estallaron varios artefactos explosivos dentro del domicilio del filósofo argentino Enrique Dussel (1934‑2023). Al evocar aquel episodio, Dussel comentaba que al menos uno de los mandatarios de la dictadura argentina había comprendido sus escritos, y por eso intentaban eliminarlo. En la Bienal de La Habana de 2019, la artista cubana Tania Bruguera instaló un podio en un espacio público para que la gente pronunciara sus ideas sin censura, recreando un momento emblemático de la Revolución con el objetivo de generar un ámbito de libertad de expresión. Por esa acción artística fue reprimida.
Lo que se saca de raíz vuelve a crecer es el título de la obra de David Pérez, una de las seleccionadas en la recién abierta 31ª Bienal Nacional de Artes Visuales 2025 en Santo Domingo. La pieza, basada en una palmera plantada en una maceta, ha provocado polémica sobre si merecía o no la distinción. En esencia, el debate subyacente es el gran interrogante sobre la naturaleza del arte.
Un recurso que me ayudó a entender mejor lo expuesto es la leyenda escrita por el creador: “la escultura es una Palma Real que te observa en silencio. Su imagen, impuesta por el dictador Trujillo, se transformó en un adorno obligatorio para una nación vigilada. Su altura y su hermosura ocultan una historia que el tiempo ha querido borrar. En esta obra la palma crece como recuerdo de lo que creemos enterrado, pero sigue vivo. Las viejas raíces del autoritarismo, disfrazadas y pacientes, todavía buscan espacio para florecer en la memoria y en el presente”.
El escritor francés Victor Hugo afirmó que no hay nada más poderoso en el mundo que una idea cuyo momento ha llegado. El Colegio Dominicano de Artistas Plásticos (CODAP) sostuvo que la obra es inapropiada e incluso solicitó la revocación del premio. Para debatir la postura de instituciones como esa, es razonable reconocer que el arte tiene como principal misión transmitir un mensaje, y los seres humanos han recurrido a diversos medios para lograrlo: desde los pueblos originarios que pintaban sus vidas en las paredes, hasta aquel profesor universitario que se ató a un árbol en Cotuí vestido de esclavo.
La idea supera a la obra, como ha demostrado el escultor David Pérez, razón por la cual fue galardonado. Esa concepción es la base del arte conceptual. La crítica, según el filósofo Walter Benjamín, complementa la obra; y conviene observar si quienes desde el poder intentan aplicar las normas del concurso, argumentando que la naturaleza no constituye propiamente una escultura, podrían entender que lo artístico de “Lo que se saca de raíz vuelve a crecer” no reside en su materialidad. El arte genera consecuencias, no lo dudo, sobre todo cuando, en lugar de “disparar a diestra y sin mira”, se centra en el mensaje y en la credibilidad de los ciudadanos de bien que lo reciben.
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