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Corrupción y tráfico de drogas

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El país alberga demasiadas patrimonios sin explicación, que no pueden ser justificados ni investigados en cuanto a su procedencia, a pesar de que la carga de la prueba existe.

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No poseo –según mi entender‑ vínculo alguno con funcionarios corruptos; sí conozco a algunos, no porque tenga pruebas contundentes, sino por la percepción que tengo, por la falta de una auditoría visual que los critique, porque los he visto amasar fortunas colosales partiendo de salarios modestos.

Una persona que ingresa a la administración pública sin ostentar mansiones lujosas, departamentos de alto standing, villas en Casa de Campo, Jarabacoa o la zona de Cap‑Cana, sin helicópteros, sin cuentas bancarias en pesos o dólares, con una declaración jurada de bienes escasa, sin automóviles de alta gama, sin relaciones extramaritales, con hijos que estudian en Suiza, no puede lucir una riqueza desmedida a menos que esté involucrada en robos, lavado de dinero o el narcotráfico.

En la República hay numerosos casos de este tipo que jamás se investigan para averiguar el origen de sus fortunas, si su capital es lícito o ilícito, si proviene de la política, la corrupción, el tráfico de estupefacientes, el influjo de poder, el blanqueo de activos, el crimen organizado, entre otros.

Un ministro, director general de una entidad estatal, sea centralizada o descentralizada, un general de la policía, del ejército, de la marina o de la fuerza aérea, no percibe un salario que le permita adquirir extensas fincas, villas, residencias, autos de lujo, mandar a sus hijos a los colegios bilingües más selectos o a universidades de élite en el país o en el extranjero, con una esposa y varias amantes “chapeándolo” a cada momento, con esa remuneración. ¡Es imposible! ¡Los números no cuadran!

El país alberga demasiadas patrimonios sin explicación, que no pueden ser justificados ni investigados en cuanto a su procedencia, a pesar de que la carga de la prueba existe. (Si no puedes demostrar de dónde provienen tus bienes, se te retiran, te dejan sin nada. Así debe ser, así se hace en muchos países, es la forma de proteger al pueblo, al Estado, a la nación).

La mayoría de los dirigentes políticos del PLD llegaron al poder “con una mano adelante y otra atrás” (sin un centavo), compartiendo colillas de cigarrillos, sin cuenta corriente, sin haber probado un restaurante costoso, tomando cervezas en las esquinas, comiendo arroz con huevo o plátanos con salchichón.

En breve tiempo, cambiaron de barrio hacia zonas como Naco, Piantini, Los Cacicazgos, Evaristo Morales, La Julia, Bella Vista, etc. Su posición económica y social se transformó.

Se dio en los “peledeístas” una metamorfosis inesperada. (Servir al Partido para servir al Pueblo se dio la vuelta, convirtiéndose en la mayor estafa política del siglo).

La gente parece haber olvidado que, durante los veinte años del PLD, el narcotráfico, la corrupción, el juego, la extorsión y el chantaje fueron los cimientos del enriquecimiento de esa “pequeña burguesía, arribista y trepadora”.

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