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Nuestros auténticos Padres de la Patria — Duarte, Sánchez y Mella — nos dejaron libertad, dignidad y soberanía. Sin embargo, la República Dominicana actual también ha tenido otros “padres”: no de la emancipación, sino de la distorsión del Estado.
Tras los 31 años de tiranía de Rafael Leónidas Trujillo (1930‑1961), el país atravesó una etapa de inestabilidad marcada por Consejos de Estado, gobiernos democráticos efímeros, triunviratos y una guerra civil destinada a restablecer la Constitución. En ese contexto emergió Joaquín Balaguer como figura central, electo en 1966 en unas elecciones polémicas y bajo la sombra de influencias extranjeras.
Durante los primeros doce años de su gestión, los residuos del terror trujillista se sintieron con fuerza, con persecuciones y la pérdida de dominicanos valiosos. Al concluir sus 30 años de preponderancia política (1966‑1996), el clientelismo y los privilegios se consolidaron, dejando un Estado regido por favores y lealtades partidistas.
Balaguer se convirtió en el progenitor del clientelismo y del Estado de privilegios, resumido en la frase: “te agarramos la fundita y no somos reformistas”. Quien no se alineaba con su política quedaba relegado a ciudadano de segunda clase. Aunque erigió presas, acueductos, parques y otras obras, muchas resultaron ser meras vitrinas de corrupción.
Leonel Fernández heredó esa lógica y la elevó a otro nivel. Fue el padre del Estado corporativo y entreguista. Con la Ley 141‑97 abrió la puerta a capitales privados en sectores estratégicos como energía, minería y otros servicios esenciales, y se amarraron contratos lesivos como el “peaje sombra” y Congentrix.
Su administración dejó obras visibles de infraestructura –metro, elevadores y túneles–, muchas de las cuales se convirtieron en monumentos a la corrupción. Además, instauró el Estado pervertidor, normalizando prácticas que deformaron la institucionalidad y fomentaron vicios sociales.
En lugar de aplicar los objetivos de la Ley 66‑97, que pretendía formar ciudadanos con valores útiles para la sociedad, su gobierno lanzó el Programa Eventual Mínimo de Empleo, conocido como “pagar para no matar”, un instrumento que, según críticos, corrompió y pervirtió a la juventud de los barrios. La educación quedó desatendida y los vicios se expandieron, dejando a millones de jóvenes sin presente ni futuro.
Los gobiernos posteriores – Hipólito Mejía y Danilo Medina – no rompieron con ese legado; lo profundizaron. Al término de este ciclo, el actual gobierno encabezado por Luis Abinader ha intensificado, en varios frentes, el esquema corporativista, el entreguismo y el endeudamiento público, y ha mostrado graves omisiones en la garantía de derechos fundamentales.
Hoy nos hallamos ante otra encrucijada histórica. Los próximos 30 años presentan dos posibilidades: cruzar los brazos y permitir que la partidocracia afiance un modelo de clientelismo, privilegio, corporativismo, entreguismo, perversión y autocracia; o organizarnos y hacer realidad nuestra Constitución del Estado Social y Democrático de Derecho, asegurando dignidad, paz, progreso y desarrollo en cada rincón de la patria. ¿Permitiremos que sigan robándonos el futuro o seremos protagonistas de nuestra propia historia?
En el Frente Cívico y Social estamos convencidos de que el futuro depende de cada uno de nosotros. Contamos con los mecanismos democráticos que surgen a través de candidaturas independientes auténticas y con la oportunidad histórica de iniciar un ciclo de refundación de la patria, honrando la Constitución al materializar el Estado Social y Democrático de Derecho y los objetivos educativos que la partidocracia deshonró.
Si actuamos con determinación, podremos celebrar en 2044, bicentenario de nuestra independencia, una República fuerte, libre y justa, como soñaron nuestros libertadores: un país donde la palabra de Dios, el amor a la patria y la defensa de la libertad guíen nuestras vidas. Ese es el sueño que en el FCS invitamos al pueblo dominicano a alcanzar: orden, justicia e igualdad de oportunidades para todos los dominicanos.
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