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El ataque se produjo durante el fin de semana en la antes tranquila comunidad agrícola de Kenscoff, la cual, en los últimos meses, ha sido asediada repetidamente por bandas fuertemente armadas. La Policía informó en un comunicado que los sujetos armados lanzaron cócteles Molotov contra el vehículo blindado, que luego se volcó en un barranco. La fuerza policial haitiana ha enfrentado a las pandillas junto a la Policía keniana, que lidera una misión respaldada por la ONU iniciada hace más de un año.
El atentado ocurre pocos días después de que grupos criminales arrasaran un pequeño puerto pesquero al norte de Puerto Príncipe, provocando al menos 40 muertos, entre ellos mujeres y niños, según las autoridades locales. El Secretario General de la ONU, António Guterres, condenó el ataque el sábado, manifestando que está “consternado por los niveles de violencia que sacuden a Haití”, y urgió a las autoridades haitianas a “asegurarse de que los responsables de este y de cualquier otro abuso y violación de derechos humanos sean llevados ante la justicia”. También solicitó a la comunidad internacional que apoye a la fuerza multinacional con la logística, el personal y los recursos financieros necesarios.
El lunes, el gobierno haitiano anunció la convocatoria de una reunión urgente con altos mandos policiales y ordenó el despliegue de unidades especializadas en ciudades como Labodri, Arcahaïe y Cabaret tras la masacre de la semana anterior al norte de la capital. El ataque en Cabaret desplazó a más de 2 900 personas, y un 70 % de ellas se refugió en la comunidad vecina de Arcahaïe, informó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Más del 40 % de los desplazados buscó cobijo en cuatro escuelas, según las autoridades.
En conjunto, la violencia de las pandillas ha forzado a un récord de 1,3 millones de haitianos a abandonar sus hogares en los últimos años.
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