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Respuesta ante el retroceso

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En inglés se emplea la palabra “backlash”, que significa retroceso, para describir la resistencia a reconocer el Abuso Sexual Infantil (ASI).

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

En inglés se emplea la palabra “backlash”, que significa retroceso, para describir la resistencia a reconocer el Abuso Sexual Infantil (ASI). Esta actitud consiste en desestimar a la niña o niño víctima y culpar a su círculo familiar cercano, normalmente a la madre cuidadora, resultado de normas culturales, aun cuando el agresor—que puede ser violador y hasta fecundador—sea el padre, padrastro o cualquier persona cercana.

Esa tendencia a retroceder se fundamenta en el contexto sociocultural, entendido como sistema social donde surgen los actos de violencia contra mujeres, niñas y niños (NNA), a quienes la imaginación colectiva reduce a simples objetos de posesión masculina, destinados a la satisfacción sexual de los hombres.

Esta visión androcentrista persiste en la sociedad y en sus instituciones oficiales, bloqueando la ruptura de patrones necesarios para alcanzar los preceptos constitucionales de igualdad. Así, se trasladan las culpas y responsabilidades a niñas acusadas de “provocar” y a madres consideradas negligentes, o aún peor, a madres que aman ciegamente al agresor conyugal.

Consecuentemente, se privilegia al hombre violador mediante la identificación cultural patriarcal; esa socialización culmina en justificaciones absurdas que conllevan, en la práctica, la impunidad.

En nuestro territorio, la exaltación de la sexualidad masculina dirigida a las niñas, buscando relaciones primeras y forzadas, está presente dentro del machismo imperante, una especie de “visión pedofílica” que otorga al masculino hegemónico supuestos derechos sobre mujeres, niñas y niños, tema que requiere un análisis profundo.

En la intersección entre sexualidad y poder, esa atracción erótica o sexual hacia niñas preadolescentes, cuando se materializa, se transforma en un delito de pederastia y abuso sexual, una completa desvalorización de la infancia que posibilita el ejercicio abusivo de autoridad por parte de adultos sobre niñas y niños.

El caso reciente del pederasta incestuoso, sentenciado a 20 años por violar a su hijastra desde los 11 años, y que tras una resolución judicial le permitió salir del Centro de Privación de Libertad de Azua para desempeñarse en la Escuela Nacional del Colegio de Abogados, donde sería respaldado como “maestro”, ilustra el desbordamiento machista de nuestra cultura.

Afortunadamente, como reacción y el propio gremio garante, se retractó, pues el “backlash” no se sostiene y la razón finalmente prevalece.

Ninguna niña ni niño debe ser dañado por un adulto.

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