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Las temperaturas elevadas, que oscilan entre 33 °C y 37 °C, y que en áreas metropolitanas pueden percibirse por encima de los 40 °C, no solo provocan incomodidad: representan un peligro concreto para la salud. A esto se añade la humedad relativa, que en el territorio puede situarse entre el 60 % y el 80 %, limitando la capacidad del organismo para enfriarse mediante la transpiración. El desenlace: un mayor riesgo de deshidratación.
**“En situaciones de calor extremo, la sudoración abundante acelera la pérdida de líquidos, y si no se repone a tiempo puede conducir a complicaciones serias, como el golpe de calor, que constituye una urgencia médica”,** señala el especialista.
Puedes consultar: ¡Aguaceros y calor extremo! Indomet alerta sobre condiciones climáticas.
Martínez, quien trabaja en la Clínica Rodríguez Santos, indica que entre los grupos más vulnerables los niños pequeños ocupan el primer puesto, pues pierden fluidos con mayor rapidez; los adultos mayores, porque perciben menos la sed y sus riñones tienen una capacidad de concentración reducida; los pacientes crónicos, pues su organismo ya soporta un nivel de estrés; y los trabajadores al aire libre, como obreros, motoconchistas y agricultores, al estar expuestos durante largas horas al sol.
**“Los signos iniciales de la deshidratación suelen pasar desapercibidos: sed intensa, orina escasa o muy oscura, mareos, debilidad y dolor de cabeza. Si el cuadro progresa pueden aparecer calambres musculares, confusión, somnolencia e incluso fiebre alta y pérdida de conciencia.”**
En ese momento ya nos encontramos ante una emergencia que demanda atención médica inmediata, asegura el nefrólogo.
Añade que la deshidratación no solo genera una molestia pasajera; también puede desencadenar complicaciones neurológicas, cardiovasculares y renales.
Entre los ejemplos que menciona el especialista están la lesión renal aguda por insuficiente perfusión sanguínea, la formación de cálculos a causa de una orina concentrada, o la aceleración de enfermedades renales crónicas en pacientes ya diagnosticados.
Asimismo, pueden surgir problemas cardiovasculares como hipotensión grave, shock hipovolémico y mayor propensión a trombosis debido al aumento de la viscosidad de la sangre.
En cuanto a la prevención, Martínez Chales subraya que lo recomendado es ingerir entre dos y tres litros de agua al día, cantidad que debe incrementarse si se practica ejercicio o se trabaja bajo el sol.
Además, aconseja evitar el alcohol y el exceso de cafeína, consumir frutas como sandía, melón y piña, vestir ropa ligera de tonos claros y, sobre todo, no esperar a sentir sed para hidratarse. **“El cuerpo puede estar deshidratado antes de que la persona perciba la sed”,** aclara.
**“La deshidratación es un enemigo silencioso que puede afectar a cualquiera, pero se puede prevenir con medidas sencillas”,** concluye el nefrólogo.
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