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El científico Robert Paulino y el coordinador de la Mesa de Diálogo advierten que no hay evidencia científica concluyente que vincule el acetaminofén con el autismo.
Las recientes declaraciones del presidente de EE. UU., Donald Trump, al asociar el paracetamol o acetaminofén durante el embarazo con el autismo y al proponer el ácido folínico (leucovorina) como terapia, continúan generando debates y opiniones entre especialistas, investigadores y expertos sobre el abordaje de esta condición, que se estima afecta a 1 de cada 100 niños a nivel mundial.
El investigador dominicano Robert Paulino subrayó que la ciencia es clara: “no existe evidencia que respalde una relación causal entre el uso autorizado de acetaminofén y el desarrollo de autismo”, y que atribuirlo a factores aislados sin fundamento científico provoca alarma, estigmatización y desvía recursos de investigaciones prioritarias.
Por su parte, Fernando Quiroz, coordinador de la Mesa de Diálogo por el Autismo, considera que el tema abre un debate legítimo, pero señala que la ciencia aún no ofrece certezas absolutas: solo existen asociaciones en el caso del paracetamol y los metales pesados, y resultados preliminares en subgrupos muy específicos para el ácido folínico.
El pasado domingo, Donald Trump declaró públicamente: “Creo que hemos encontrado una respuesta al autismo”. Anunció la posibilidad de un vínculo entre el consumo de acetaminofén o paracetamol (Tylenol) durante el embarazo y un mayor riesgo de autismo.
Asimismo, adelantó que su administración promoverá el uso de leucovorina, conocida popularmente como ácido folínico, como tratamiento en niños con autismo, y que las gestantes deberían usar paracetamol únicamente en casos de fiebre alta, no para molestias leves.
Al respecto, Robert Paulino recuerda que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo complejo, con múltiples determinantes genéticos, ambientales y biológicos que aún están bajo estudio. Por esa complejidad, afirma, la comunidad científica insiste en la necesidad de investigaciones longitudinales, sistemáticas y con metodologías rigurosas para establecer relaciones causales.
“Atribuir el origen del autismo a factores aislados sin base científica, como la vacunación o el consumo de un medicamento común, genera alarma, estigmatiza a las personas y a sus madres, y desvía recursos de investigación que deberían enfocarse en verdaderas prioridades clínicas y terapéuticas”, señala.
Recuerda que el acetaminofén se emplea para el manejo del dolor y la fiebre, incluso durante el embarazo, y es una de las opciones farmacológicas con menor riesgo.
Añade que algunos estudios observacionales han sugerido posibles asociaciones entre la exposición prenatal prolongada al acetaminofén y un mayor riesgo de alteraciones del neurodesarrollo, pero estas investigaciones presentan limitaciones como sesgos de recuerdo, falta de control adecuado de variables de confusión y ausencia de replicación consistente en diferentes cohortes.
Por otro lado, el investigador indica que grandes meta‑análisis y revisiones sistemáticas han concluido que no hay pruebas concluyentes que vinculen causalmente el acetaminofén con el autismo.
De hecho, los organismos reguladores y las guías clínicas continúan considerándolo seguro en el embarazo, siempre que se emplee conforme a las indicaciones médicas.
“Esta conclusión muestra la diferencia entre correlación estadística y causalidad biológica, aspecto fundamental para el análisis crítico de la evidencia”, enfatiza.
Destaca que, a lo largo de los últimos veinte años, diversas narrativas falsas han intentado relacionar el autismo con factores externos sin respaldo científico.
El ejemplo más conocido es el de las vacunas, y añade “un mito ampliamente desmentido por estudios robustos que incluyen a millones de niños en múltiples países”.
Afirma que el acetaminofén se ha convertido en otro blanco de esas narrativas, que utilizan estudios preliminares para construir teorías sin respetar el rigor metodológico.
En el contexto del embarazo, señala que desincentivar el uso de acetaminofén sin una base sólida puede exponer a la madre a dolor o fiebre no tratados, situaciones que sí representan un riesgo comprobado para el feto.
Asegura que el abordaje del autismo requiere responsabilidad científica y social. Atribuirlo a causas no probadas, como el consumo de acetaminofén en gestación, no solo es incorrecto, sino que también oculta los verdaderos retos actuales.
Entre esos retos, menciona ampliar el acceso a diagnósticos tempranos, ofrecer apoyos basados en evidencia y avanzar en la investigación de los mecanismos genéticos y neurobiológicos subyacentes.
Para Fernando Quiroz, coordinador de la Mesa de Diálogo por el Autismo, las declaraciones de Trump, al vincular el paracetamol en el embarazo y proponer el ácido folínico (leucovorina) como tratamiento, reabren un debate legítimo.
Sin embargo, añade, la ciencia aún no brinda certezas absolutas: solo hay asociaciones entre paracetamol y metales pesados, y resultados preliminares en subgrupos muy específicos para el ácido folínico.
Entiende que lo que corresponde en República Dominicana es seguir el camino trazado por la Ley 34‑23, en su Artículo 11, que ordena al Estado fomentar investigaciones en coordinación con universidades, bajo estándares de rigor científico y protección de derechos.
Afirma que, mientras esas investigaciones se desarrollan, lo realmente conveniente es garantizar el diagnóstico temprano, el acceso a tratamientos y terapias oportunas, y la articulación de equipos multidisciplinarios —pediatras, neurólogos, psiquiatras y psicólogos— para mejorar la calidad de vida de las personas con TEA.
En el caso de los embarazos, añade que la recomendación es no tomar decisiones sin la guía de obstetras y especialistas.
Recuerda que la Ley 34‑23, enfocada en la atención, inclusión y protección de las personas dentro del espectro autista (TEA), fue aprobada en 2023 y que aún el Gobierno no ha asignado presupuestos para su ejecución en componentes básicos, como diagnóstico temprano y tratamiento terapéutico correspondiente.
Esto provoca que miles de familias continúen desamparadas, sin recursos para costosos servicios.
“Esto indica que en República Dominicana estamos en una etapa incipiente respecto a los ensayos e investigaciones internacionales”, comenta.
Sobre el uso del ácido folínico (leucovorina) en autismo, Quiroz puntualiza que, aunque los ensayos iniciales con ácido folínico han mostrado mejoras en la comunicación y el comportamiento de algunos niños con autismo, particularmente en aquellos con anticuerpos contra los receptores de folato, la evidencia sigue siendo limitada y no concluyente.
“Los estudios disponibles son pequeños, de corta duración y con resultados heterogéneos, por lo que todavía no se puede afirmar que el ácido folínico sea un tratamiento eficaz o generalizable para todos los casos de TEA”, señala.
Recordó que las guías internacionales continúan clasificando su uso como experimental, a la espera de ensayos multicéntricos más amplios y de largo plazo que confirmen seguridad, efectividad y población objetivo.
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