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Confianza y Estabilidad: El ejemplo más que notable y exitoso de la República Dominicana en los entornos económicos internacionales

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No obstante, quizás más enriquecedor que transmitir nuestra visión fue escuchar las impresiones de estos inversores sobre el presente y el porvenir de la inversión en nuestro territorio.

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Hace tan solo unas semanas, la Cámara Americana de Comercio (AMCHAM DR) nos honró con una invitación para participar en su Semana Dominicana en Nueva York, un evento que congrega a prominentes líderes empresariales y a bancos de inversión de talla mundial, como Bank of America, JP Morgan, Citi y PIMCO. En ese marco, específicamente en el capítulo dedicado a las finanzas, tuvimos la ocasión de exponer ante este distinguido grupo la evolución del mercado de valores de la República Dominicana.

El mensaje que compartimos fue a la vez sencillo y poderoso: la trayectoria de éxito de nuestra nación se cimienta en su estabilidad –política, social y económica–, y para sustentarlo, presentamos numerosos ejemplos y cifras que confirman esta tesis. No obstante, quizás más enriquecedor que transmitir nuestra visión fue escuchar las impresiones de estos inversores sobre el presente y el porvenir de la inversión en nuestro territorio. Sus estrategias, que se alimentan precisamente de dicha estabilidad, han forjado uno de los activos más valiosos para cualquier nación en desarrollo: la confianza.

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La confianza, ese elemento intangible pero crucial para acceder a financiación internacional, no se edifica de la noche a la mañana. Es el resultado de un proceso metódico, fruto de normativas fiscales y monetarias transparentes, de la salvaguarda de la seguridad jurídica, de avances concretos en la lucha contra la corrupción y de mejoras constantes en los indicadores de gobernabilidad.

La República Dominicana se ha erigido, por mérito propio, en un referente de estudio sobre cómo el crecimiento sostenido y la estabilidad política y social, combinados con una gestión prudente de las finanzas públicas, pueden posicionar a un país como líder regional, especialmente en lo que respecta al interés institucional por su deuda soberana.

Y es que no es solo nuestro orgullo patrio el que habla: los datos lo corroboran. En agosto de 2025, Moody’s elevó la calificación soberana de la República Dominicana de Ba3 a Ba2, con perspectiva estable. La agencia hizo hincapié en el manejo cauteloso de las finanzas y el ritmo de crecimiento superior al de sus homólogos latinoamericanos. Claro está, también identificó áreas susceptibles de mejora, recordándonos que el tránsito hacia el tan anhelado grado de inversión exige un esfuerzo continuo y ajustes persistentes.

Moody’s y otras entidades internacionales revisan anualmente los fundamentos macroeconómicos para emitir sus dictámenes. Sin embargo, los verdaderos inversores en deuda soberana utilizan otras herramientas para evaluar riesgos, como el Emerging Markets Bond Index (EMBI) de J.P. Morgan. Este índice compara el rendimiento de los bonos soberanos con el de los bonos del Tesoro estadounidense, considerados el instrumento de menor riesgo y máxima fiabilidad a nivel global; el diferencial, esa “prima” que se exige por asumir el riesgo, es el indicador que mide la percepción de confianza.

En el caso dominicano, el EMBI se sitúa en torno a los 190 puntos, uno de los niveles más bajos de nuestra historia reciente. Cabe recordar que hace apenas tres años este valor rondaba los 500 puntos. Para contextualizar, el promedio latinoamericano se acerca a los 362 puntos; es decir, casi el doble que el nuestro. ¿Qué implicaciones tiene esto? Sencillo: nos facilita el acceso a financiación internacional con tasas más competitivas, disminuyendo el costo de nuestra deuda y generando ahorros significativos para la administración pública.

Recientemente, han resurgido debates en la esfera política sobre el endeudamiento soberano y el servicio de la deuda como porcentaje del PIB. Frente a esta discusión, bastan dos hechos contundentes: bajo la gestión del presidente Luis Abinader, la percepción de riesgo país ha alcanzado mínimos históricos, y la diferencia con respecto a nuestros pares regionales se ha ampliado de manera notable desde 2020. En un mundo caracterizado por la inestabilidad económica, la República Dominicana ha sabido cultivar el activo más preciado: la confianza.

Resulta evidente que el éxito dominicano no es producto del azar, sino del compromiso y la rigurosidad con la que se han implementado las políticas públicas. Y es ese mismo nivel de compromiso el que, sin lugar a dudas, nos continuará abriendo puertas en los mercados internacionales.

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