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La **actividad creativa** es incesante y vibrante. Brota de la **motivación profunda**, y no tanto de la simple voluntad. Es imprescindible que las fuentes de las que emanan tales impulsos se encuentren presentes y en funcionamiento. De este modo, la inspiración junto con la energía resultan vitales en cualquier **proceso creativo**. Surge, más bien, de la imaginación.
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Y la creación es inherente al arte, o quizás debamos decir, indispensable. En su ausencia, toda obra —ya sea literatura, artes plásticas, música, **expresión corporal**, canto, escultura, etc.— se mantiene en un nivel meramente artesanal, por no calificarla de común, insignificante o de escasa calidad.
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El afecto, la emoción jubilosa y el sufrimiento representan las semillas principales que alimentan el **flujo creativo**. “Estamos constituidos de la misma sustancia de nuestros anhelos”, como enunciara Shakespeare. Experimentar pasión, celebrar y padecer sostienen este andamiaje. Sin embargo, lo crucial y elemental reside en la realidad misma, ya que sin esta cualquier conato de edificar **mundos fantásticos** estará destinado al fracaso.
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Para alcanzar un nivel de asombro, toda invención imaginaria ha de nacer de la verdad, considerada la materia fundamental de lo que verdaderamente posee valor en nuestro mundo. Aunque parezca una notable contrariedad, es el tesoro más preciado que podemos salvaguardar. En última instancia, la ficción no es sino una verdad disfrazada.
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Lo diametralmente opuesto —la falsedad, la duda— no son más que un foco de artimañas que minan y consumen, primordialmente, a quienes las profieren y las acogen. Sus repercusiones nocivas ponen en riesgo hasta el indicio más tenue de autenticidad.
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Por consiguiente, adherirse firmemente a la verdad, con su constante efecto positivo, constituye el mejor método para localizar y beneficiarse de las vías de inspiración que nos conducen hacia el arte. Hacia ese **plano de lo sublime** y fascinante reservado a la figura del artista. Por este motivo, los relatos bien estructurados se transforman en sobresalientes obras narrativas y líricas. Una de las crónicas más logradas sobre la existencia de Julio César nos llega, precisamente, gracias al Bardo.
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