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Diferencias protocolarias entre una visita de Estado y una visita oficial

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Se tiende a pensar que el término tiene el mismo significado y que simplemente se refiere al viaje del mandatario a la nación amiga.

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Por lo general, una visita de Estado tiene una duración de tres días, a menos que existan asuntos de interés particular que justifiquen su extensión.

En el ámbito diplomático, se llevan a cabo encuentros entre líderes (presidente, rey, príncipe, sultán), visitas donde se intercambian ideas, negociaciones comerciales y planes de beneficio mutuo para ambas naciones. Estos contactos se coordinan a partir de la invitación de un país, y se programan considerando su categoría y la disponibilidad de fechas de ambas autoridades.

Al mencionar “categoría”, me refiero a que es habitual leer o escuchar en los medios de comunicación frases como: “El presidente realiza o recibe una visita de Estado o una visita oficial”. Se tiende a pensar que el término tiene el mismo significado y que simplemente se refiere al viaje del mandatario a la nación amiga. Sin embargo, en el contexto diplomático, la “visita de Estado” posee un carácter mucho más formal y sigue un protocolo estricto, ya que es llevada a cabo por el jefe de Estado de un país. Incluye reuniones entre el líder visitante y el anfitrión, con la presencia de funcionarios de ambos gobiernos.

En función de los temas abordados en las reuniones, otros representantes gubernamentales o personas relacionadas podrían estar presentes. La distinción entre una “visita de Estado” y una “visita oficial” radica en la trascendencia de los asuntos a tratar en los encuentros de los líderes, dada la naturaleza de sus relaciones bilaterales y los posibles acuerdos comerciales entre ambos.

Una “visita de Estado,” encabezada por el mandatario, involucra a los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). Esta visita es coordinada bajo un protocolo riguroso por el Ministerio de Asuntos Exteriores, encargado de establecer la agenda de actividades o el “programa oficial”.

Dependiendo de su índole, esta agenda se presenta a los medios de comunicación, revelando o no las actividades de carácter de “visita de Estado”. En ella también se debe incluir tiempo para actividades no oficiales. Todos los aspectos se manejan con un estricto cuidado de seguridad para el mandatario y su comitiva.

La denominación “visita oficial” se suele aplicar a aquellas realizadas por políticos designados, cuando no es el presidente o el monarca quien viaja. El viaje oficial o de Estado no suele exceder los 4 o 5 días, con la excepción de aquellos viajes que se realizan en la etapa final del mandato presidencial, los cuales deben contar con la autorización del Congreso o la Asamblea Nacional, según corresponda al país.

Aspectos Cruciales

En estas visitas, es fundamental que el jefe de Estado conozca las prácticas y tradiciones culturales del país anfitrión para poder seguirlas durante los encuentros con su homólogo. Todo se desarrollará en torno a estas costumbres culturales: los saludos, los obsequios, la manera de comer, el código de vestimenta. Si se visita a un rey o al papa, es vital conocer todo el protocolo. Por ello, los encargados de protocolo de ambas naciones tienen la enorme responsabilidad de cuidar y asegurar todos los pormenores de estas visitas. Un saludo inadecuado, una palabra fuera de lugar o un estilo de vestir inapropiado pueden obstaculizar el éxito esperado.

El Momento de la Recepción

Normalmente, quien recibe a un presidente en el aeropuerto es el Jefe de Estado del país anfitrión, o en su defecto, el ministro de Relaciones Exteriores. Si es recibido en la terminal por su homólogo, suele haber una ceremonia muy elaborada, que incluye un pase de revista de las tropas, en señal de respeto al visitante, quien, a su vez, debe rendir honores a la bandera y a las Fuerzas Armadas.

Las ceremonias de bienvenida en cada nación, ya sea gobernada por un presidente, un ministro, un rey o un sultán, poseen un sello distintivo y significativo. Estos actos se llevan a cabo con una elegancia y cordialidad protocolaria esmeradas, donde se exhiben los símbolos patrios de ambas naciones, desfiles militares, salvas de cañones que simbolizan el honor de la visita, y eventos sociales con representantes del gobierno, miembros diplomáticos y del sector empresarial, que suelen facilitar un mejor conocimiento de las culturas. Estos actos consolidan las relaciones amistosas y comerciales en beneficio de ambos países.

Las personas que acompañan a un jefe de Estado generalmente son los ministros responsables de los asuntos que motivaron la visita. La mayoría de las veces viajan la primera dama y algún otro familiar directo o cercano; sus asistentes personales y gubernamentales; el séquito de protocolo del palacio y del ministerio de Relaciones Exteriores; su equipo de seguridad, y en ocasiones, su chef o camarero personal. Es común que esté acompañado por una delegación de empresarios del país, a quienes se les facilita el acceso a diversas reuniones con homólogos, que puedan resultar provechosas para ambas naciones.

Una delegación oficial en una visita de Estado puede estar integrada por entre 50 y 100 personas, dependiendo de los temas a tratar con el país anfitrión.

Generalmente, una visita de Estado tiene una duración habitual de tres días, salvo que existan algunos asuntos de interés que justifiquen su prolongación.

Antes de llevar a cabo la visita, la agenda de actividades o el programa oficial debe estar completamente coordinado tanto en el país anfitrión como con la delegación visitante. Los detalles más mínimos de las normas protocolares deben ser considerados con sumo cuidado.

Es crucial contar con traductores en caso de ser necesarios, así como gestionar los registros de equipajes, las armas de fuego portadas por el personal de seguridad, las acreditaciones y los equipos de los medios de comunicación que cubrirán los pormenores de la visita. Todos deben tener en cuenta la cultura y las tradiciones del país visitado y aprender lo más posible para evitar faltar al respeto con algún acto involuntario. Es importante recordar que hay costumbres que rigen las actividades de muchas naciones, y que son muy diferentes a las nuestras.

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