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Entre los adelantos más recientes se cuentan la inteligencia artificial, la biotecnología, los vehículos sin conductor (autónomos), la impresión tridimensional (3D) y la computación espacial. A lo largo de la historia, la tecnología ha progresado desde la imprenta y la máquina de vapor hasta el ordenador e Internet, transformando radicalmente nuestra manera de vivir y trabajar.
Estos progresos han resultado beneficiosos para la humanidad. En el ámbito infantil, la tecnología ha jugado un papel fundamental con la aparición de los videojuegos, que pueden impactar positivamente la salud mental, al optimizar la concentración, la capacidad de resolver problemas y al promover destrezas sociales. Sin embargo, un uso desmedido puede desencadenar inconvenientes como el aislamiento, cuadros de ansiedad, depresión y la tendencia a posponer tareas (procrastinación).
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La mesura, el equilibrio con otras actividades y la selección acertada de los títulos de los juegos son elementos cruciales para capitalizar sus efectos positivos y eludir los perjudiciales. Entre los beneficios se incluye el fortalecimiento de la memoria operativa, la atención, el enfoque, la habilidad para realizar múltiples tareas y las destrezas de solución de conflictos.
Los juegos en línea multijugador estimulan la interacción social, la toma de decisiones concertada y el trabajo en equipo, lo cual puede ser particularmente valioso para personas que viven solas o experimentan sensación de soledad.
Jugar puede ser un método eficaz para liberar tensiones y producir endorfinas, lo que incrementa la sensación de bienestar. Estos juegos pueden incrementar la resiliencia al ofrecer un entorno seguro donde se puede aprender de los errores, e impulsar la confianza en uno mismo y el liderazgo en escenarios sociales simulados dentro del juego.
Todo esto subraya la relevancia de los videojuegos cuando se utilizan con criterio. No obstante, aquí es donde surge la dificultad con los padres: para mantener la calma del niño, a menudo no supervisan el tiempo que pasan frente a la pantalla ni el tipo de contenido que consumen. Alegan que tienen muchas responsabilidades que atender y prefieren que el niño esté tranquilo jugando.
Pero es precisamente aquí donde la situación se vuelve más compleja: el niño pasa gran parte del día jugando y se va formando un hábito que, después, resulta difícil de erradicar. Por ejemplo, el niño llega a asociar el acto de comer con el juego, exigiendo el dispositivo móvil a sus padres para poder alimentarse, logrando que estos cedan, pues es el único modo de conseguir que lo haga.
Esto va desarrollando una suerte de dependencia (vicio) en el menor, la cual se transfiere a la adolescencia. En esta etapa, se observan problemas mentales aún más pronunciados, dado que su realidad interna no concuerda con la realidad exterior, y tiende a vivir en una fantasía perjudicial para su salud mental.
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