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Sí, los vivos son capaces de comunicarse con los difuntos

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Duran unos pocos segundos, algunos minutos como máximo", comenta Lluís Pastor, experto en persuasión y dinámica comunicativa, en una conversación con EFE.

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A veces los fallecidos se manifiestan a los vivos. Y sus apariciones siguen un mismo modelo, especialmente cuando son los difuntos quienes inician el contacto y emiten la comunicación, según una exhaustiva investigación académica de este enigmático suceso que se ha venido replicando a lo largo de los siglos.

“Las comunicaciones de los difuntos con los vivos suelen ser muy cortas. Duran unos pocos segundos, algunos minutos como máximo”, comenta Lluís Pastor, experto en persuasión y dinámica comunicativa, en una conversación con EFE.

Otro rasgo común en estas interacciones espectrales es la presencia de una luminosidad que precede a la aparición del fallecido o que acompaña su figura, emanando desde el interior de su cuerpo, según detalla.

“El ser querido fallecido se presenta con buena apariencia: sonríe, transmite serenidad y da la impresión de que incluso ha elegido la vestimenta con la que se muestra ante los vivos”, explica este investigador.

Lluís Pastor, académico universitario, periodista y versado en temas de persuasión y comunicación, lleva una década investigando las interacciones entre muertos y vivos en distintas épocas, desde la antigüedad clásica hasta inicios del siglo XX, profundizando en un fenómeno que despierta fascinación e interés en miles de personas.

Tras compilar y analizar cientos de narraciones y sucesos documentados, Pastor (https://linktr.ee/lluispastor) ha identificado que estos contactos, también denominados apariciones o encuentros, obedecen a un patrón o modelo de referencia que agrupa una serie de elementos recurrentes a través de los siglos. Lo describe en su obra ‘Los mismos muertos vuelven’.

Historiadores y antropólogos han defendido la idea de que los contactos con los muertos son meras construcciones culturales, moldeadas por cada comunidad, y que, por ende, adoptan diferentes formas en cada era, desde la antigua Grecia y Roma hasta la Edad Media, la Reforma, la Ilustración y el siglo XIX.

Por ello, en la época medieval, los difuntos que se aparecían mostraban cuerpos con llagas y se presentaban entre brasas, mientras que en la Inglaterra victoriana, los muertos que se comunicaban con los vivos solían ser solo sombras oscuras, según la visión de estos académicos.

Sin embargo, la investigación de Pastor, quien como científico “aborda metódicamente lo desconocido”, pone en tela de juicio la hipótesis dominante hasta ahora, planteando la idea de que “los contactos con los fallecidos, cuando estos son los emisores de la comunicación, responden a una misma estructura”.

Un mismo modelo que se mantiene a lo largo de la historia.

Se trata de un patrón de comunicación idéntico que emerge a lo largo de la historia, desde la prehistoria hasta el presente, si bien con ligeras variaciones según la época, de acuerdo con el autor.

“Estamos ante un fenómeno consistente que se manifiesta a través de los siglos”, recalca este doctor en Periodismo y máster en Ciencias de la Información, que equilibra su rol de profesor titular en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y profesor colaborador en otras cuatro universidades españolas, con la gestión de una consultora de formación.

Pastor no puede confirmar que sean los muertos quienes nos visitan o se comunican, pero afirma que existe algún factor que propicia que un porcentaje de la población, estimado entre el 10 y el 30 por ciento, pueda testificar haber vivido una experiencia de esta naturaleza.

Considera que aquellas comunicaciones iniciadas por los fallecidos podrían ser una especie de “proyección que compartimos como especie, lo cual me resultaría muy sugerente, o que, efectivamente, haya algo externo contactando con nosotros”, según reconoce.

“Es importante notar que los relatos de apariciones que nos han llegado a través de cuentos, novelas o películas, brindan una perspectiva parcial del asunto, representando su vertiente más escalofriante y entretenida. Son historias populares que forman parte del folclore o que fueron seleccionadas por poetas”, aclara.

Explica que una ‘aparición’ se resume en la manifestación de una persona fallecida a una persona viva, generalmente un familiar, mediante habla, permitiéndose ser vista y a veces tocada o abrazada.

Pastor ha reunido cerca de dos centenares de testimonios de este fenómeno, que van desde el caso de una señora, sentada en el sofá viendo la televisión, a quien se le cruza por delante su madre fallecida meses atrás, hasta el de un hombre que recibe un mensaje de WhatsApp con letras desordenadas de su esposa difunta.

Los casos que estudia este experto son comunicaciones percibidas como muy efectivas para convencer, que ocurren de forma muy rápida y que los testigos interpretan como reales, donde el emisor (quien inicia la interacción) es el difunto, y el receptor es el testigo que vive la experiencia sin buscarla de manera consciente.

Así es como se comunican los muertos con los vivos.

Al examinar la figura del emisor y documentar lo que el receptor alegó sentir, Pastor se percató de que hay una serie de elementos que se repiten en la mayoría de las ocasiones.

También confirmó la similitud de los mensajes: algunos son recurrentes en todos los casos donde hay diálogo entre el muerto y el vivo; otros son simplemente frecuentes.

Señala que los mensajes transmitidos por los muertos son muy uniformes y repetitivos: “Estoy bien”, “Estoy en un lugar”, “Estoy en contacto con la familia”, “Si sufres no tendré paz”, “Si sufres no podré irme” y “Me han dado permiso para hablar”.

Este investigador subraya cinco elementos esenciales del patrón de comunicación que dependen del emisor.

Brevedad. “Este tipo de comunicaciones suelen ser concisas. Duran unos pocos segundos, algunos minutos a lo sumo”.

Luminosidad. “En casi todos los casos se manifiesta una luz, que anuncia la aparición del fallecido o envuelve su imagen, desde el interior, como si lo delineara o iluminara el espacio”.

Apariencia. “El difunto se presenta con un aspecto agradable: sonríe, se le ve en calma y parece que incluso ha seleccionado la ropa con la que se muestra a los vivos”.

Densidad. “En muchos de los relatos analizados, el cuerpo del aparecido presenta un estado que oscila entre semisólido y gaseoso”.

Amor. “Tras revisar los testimonios descritos en la literatura, solo se me ocurre que el motor de estos contactos es el afecto entre las personas, el cual guía a los muertos para que se manifiesten a aquellos vivos que pueden reconocerlos”.

Este profesor universitario también encontró similitudes en las reacciones de los testigos: “manifiestan una certeza absoluta sobre la experiencia y no dudan de haber vivido esa comunicación; y muchos de ellos experimentan una quietud profunda en el momento del contacto y un gran alivio tras la vivencia”.

Un ejemplo del siglo XIX: la nuera que se apareció.

Como ilustración de estas apariciones, Pastor narra un caso documentado por el astrónomo Camille Flammarion en el siglo XIX, quien corroboraba personalmente los hechos y los testigos de los que tenía noticia, pudiendo así asegurar que las experiencias que hacía públicas habían sido vividas por personas en estado de vigilia y consciencia normal.

Flammarion, quien, según Pastor, había intentado establecer una “clasificación metódica, clara y precisa (de estos fenómenos) como si se tratara de astronomía, de física o de química”, describió el caso de Wenecian Bibilowsky, un estudiante de la Universidad de Kiev que había perdido a su esposa.

Aquel estudiante relató: “Mi padre vivía en Pultava e ignoraba la enfermedad de su nuera, sabiendo que estaba conmigo en Moscú. ¡Fue grande su asombro al verla a su ‘lado’, al salir de casa, y que lo ‘acompañara’ durante unos momentos! Después, desapareció al instante”.

“Lleno de pánico y angustia, mi padre nos envió un telegrama al momento, para preguntar por la salud de mi querida compañera. Era justo el día de su fallecimiento”, indicó Bibilowsky, cuya esposa difunta se había manifestado ante el padre de aquel estudiante.

“Encontramos situaciones como esta a lo largo de la historia y las distintas culturas: el fallecido se hace visible a un ser querido, a menudo familiar o amigo, con o sin un mensaje, justo en el momento de su deceso”, concluye Pastor, para quien “hay un fenómeno auténtico detrás de muchos de los testimonios examinados”.

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