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Las intensas precipitaciones caídas en días recientes, producto de la tormenta tropical Melissa, han puesto de manifiesto una vez más la debilidad del sistema de drenaje de las grandes urbes de nuestro territorio, pero sobre todo en el Gran Santo Domingo, compuesto por el Distrito Nacional y los municipios Santo Domingo Norte, Este, Oeste, entre otros.
Sin embargo, lo que estas lluvias han revelado primordialmente es la falta de acción de los ejecutivos municipales de esas alcaldías. A pesar de haber experimentado las inundaciones de noviembre de 2022 y 2023, cuando estas ciudades recibieron cerca de 500 milímetros de lluvia, transformando sus calles en caudalosos ríos y sus estacionamientos públicos y privados en piscinas olímpicas, no han concebido y mucho menos ejecutado un plan de construcción de un sistema de drenaje pluvial adecuado en sus respectivas jurisdicciones.
Me permito afirmar esto porque, a pesar de que han transcurrido dos y tres años de aquellas inundaciones urbanas en las que decenas de residentes perdieron automóviles y motocicletas arrastrados por las corrientes, y viviendas sufrieron daños estructurales y pérdida de ajuares, además de la lamentable pérdida de vidas humanas, arrastradas por cañadas dentro de la ciudad, resulta vergonzoso que a la fecha, ninguno de estos alcaldes haya presentado una estrategia clara para mitigar este tipo de desastres. Estos fenómenos parecen volverse cíclicos, en gran medida debido a la irresponsabilidad de la humanidad que, con su comportamiento inadecuado تجاه el medio ambiente, ha generado el cambio climático que hoy enfrentamos y padecemos.
Y la realidad es que el curso de los eventos naturales continuará impactando negativamente al mundo y, por ende, a quienes vivimos en él, si no modificamos nuestra conducta.
Las campañas de concientización por parte de estos ayuntamientos sobre el manejo de los desechos sólidos por parte de los ciudadanos son prácticamente inexistentes en los medios de comunicación tradicionales, y mucho menos en las redes sociales (estos últimos son esenciales hoy en día para esa labor). No obstante, los fondos recaudados por arbitrios y la facturación de la recogida de basura a hogares y comercios de todos los tamaños parecen destinarse únicamente a anuncios publicitarios de acciones menores, tales como la inauguración de un peatonal, un pequeño parque, o la instalación de muros y reductores de velocidad en calles y avenidas, obras que fundamentalmente buscan la proyección política de estos gobernantes citadinos.
Mientras tanto, las calles de las ciudades se anegan con la más mínima llovizna debido a la irresponsabilidad de una población con escasa educación cívica que arroja a las vías desperdicios (vasos plásticos y de foam, platos desechables) que terminan obstruyendo nuestros imbornales, causando las bien conocidas inundaciones.
Sería muy grato que Carolina Mejía, Dío Astacio, Betty Gerónimo, Francisco Peña, Junior Santos y otros alcaldes pudieran refutar este artículo, presentando los avances concretos de sus gestiones en materia de drenaje pluvial en el Gran Santo Domingo.
Pero quizás ellos solo siguen la línea de aquel destacado político dominicano que, al referirse precisamente a la falta de un drenaje pluvial adecuado en la capital, declaró que “el dinero no se entierra”.
Lo que sucede es que estos ejecutivos municipales se han acobardado y han encontrado comodidad bajo el amparo del Ministerio de Obras Públicas, delegando a esa institución labores que son de su exclusiva competencia, como la limpieza de imbornales, cunetas, cañadas y alcantarillas. Incluso, en algunos ayuntamientos como el de Santo Domingo Norte, hemos sido testigos de que es el MOPC quien realiza la limpieza de las calles de dicho municipio.
Estos funcionarios únicamente saben aparecer en televisión y periódicos anunciando el inicio de jornadas de limpieza de imbornales para mitigar el impacto de las lluvias, pocas horas antes de que algún fenómeno atmosférico nos afecte.
El sistema de drenaje de la ciudad de Santo Domingo data de los años de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y, desde entonces, no ha habido un alcalde que se haya dedicado realmente a mejorarlo de manera sustancial.
El desafío está lanzado: demuéstrenme lo contrario, señores alcaldes de la Mancomunidad del Gran Santo Domingo.
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