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Duele en el alma observar cómo un patrimonio viviente del arte y la cultura Dominicana es expuesto en los tribunales de la República, ya que esto genera la sensación de que el “papá de la bachata” aún padece su “pena”, una aflicción provocada por la instigación de terceros que, en lugar de permitir que el vasto legado de Luis Segura se propague y se difunda a nivel mundial, buscan por el contrario eclipsar con el silencio aquello que ya goza del gusto popular.
Si es incuestionable que Luis Segura es el pionero de la bachata, resulta un argumento sólido el afirmar que, dentro del ámbito del arte, la cultura, y las creaciones y expresiones populares, estas llegan a ser y transformarse en un bien de todos, al lograr transcender las generaciones, manteniendo al mismo tiempo el debido reconocimiento y respeto hacia los derechos de quienes les dieron origen. Y es que, lo que emana del corazón del pueblo, al tocar las fibras y la emotividad colectiva, se convierte inevitablemente en herencia de todos, sin que por ello deje de pertenecer a quienes lo concibieron originalmente.
Actualmente, existe un proceso litigioso en curso relativo a la emblemática canción “Pena por ti”, creación del maestro Luis Segura, ante lo cual Bonny Cepeda ha ofrecido una respuesta pública a través de sus plataformas digitales, tildando la acusación de error y asegurando que “siempre ha tenido claro que la canción es de Luis Segura” y que jamás se ha arrogado la autoría de dicha obra.
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El arte no admite la neutralidad: cada obra es una manifestación política inherente y un acto de reivindicación de derechos. Y si partimos de la premisa de que el arte es el conducto que convierte la belleza en justicia, resulta incomprensible que en nuestro sistema judicial se encuentren enfrentadas dos luminarias de trayectorias y legados tan admirados: por un lado, uno de los artífices de la Bachata, don Luis Segura, quien, a través de este género, sentó las bases para que fuese declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO el 11 de diciembre de 2019; y, por el otro, Bonny Cepeda: un consumado intérprete, arreglista, compositor y músico prominente de gran relieve artístico dentro del merengue. Que ambos terminen confrontándose en los tribunales es sencillamente una “pena” que se desvanece.
Lamentablemente, se ha vuelto una costumbre que los allegados de figuras icónicas del arte se dediquen al hostigamiento, la extorsión y la judicialización de artistas de éxito, con la finalidad de conseguir beneficios económicos, a veces por montos tan desorbitados que superan el capital generado por el artista a lo largo de toda su carrera. Y aunque no nos referimos específicamente al caso particular de Luis Segura, el padre de la Bachata, consideramos que someterlo a su avanzada edad a un pleito en los tribunales, que bien podría resolverse mediante una sencilla conciliación entre las partes, constituye un acto abusivo que compromete la salud física y el patrimonio histórico del maestro Segura.
Esta situación no es nueva en nuestro país: figuras estelares del panorama artístico popular como Fernando Villalona, Fefita la Grande o Anthony Santos, el “rubio del acordeón”, han sido objeto de vejaciones a través del aparato judicial con reclamaciones de similar talante. Incluso, orquestas y conjuntos de merengue típico se han visto imposibilitados de interpretar las composiciones de Tatico Henríquez, debido a las restricciones impuestas por los sucesores de Tatico.
Por lo expuesto, me permito hacer un llamado, con la mayor consideración posible, a los familiares y amigos cercanos para que intervengan y eviten el sepelio de un legado musical que debe perdurar más allá de la vida de Luis Segura, permitiendo que las próximas generaciones puedan acoger su memorable e histórica trayectoria musical, para que resplandezca en el tiempo, tal como corresponde a este ícono irrepetible del arte popular y de la música de “amargue”: un hombre cuyos grandes aportes han sido fundamentales para que la bachata sea hoy un patrimonio cultural vivo de la humanidad.















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