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Graciela Abinader Arbaje, a través de su cuenta de TikTok, ha traído a la luz pública un debate complejo y delicado: la ignorancia con la que muchas personas interpretan la Biblia en la República Dominicana. Si bien sacerdotes católicos (que, como mencionó el Vicario de la Pastoral de la Arquidiócesis de Santiago, Williams Arias, se someten a años de formación teológica), protestantes con sólida formación académica y grupos que estudian las Escrituras con especialistas sí la conocen; en cada esquina abundan supuestos pastores, “influencers” y otros fanáticos que difunden la palabra de Dios desde un profundo desconocimiento y, por ende, no la viven.
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Baruch de Spinoza, el filósofo holandés de origen judío sefardí, fue duramente excomulgado de su sinagoga por atreverse a cuestionar ciertos principios de la doctrina cristiana en tiempos de la Inquisición. Fue declarado hereje, sentenciado y calificado como “maldito de día y maldito de noche; maldito al acostarse y maldito al levantarse; maldito al irse y maldito al volver… Que el Señor nunca lo reconozca ni lo perdone y que el enojo y la displicencia caigan sobre él y que borre su nombre del cielo”… ¡Y un sinfín de otras atrocidades!
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Imponente, pero firme en sus convicciones, el condenado cavilaba: “A menudo me pregunto cómo es que aquellos que presumen de profesar la religión cristiana –el amor, la alegría, la paz, la templanza y la caridad hacia todos los hombres– se enfrentan con tan rencorosa animosidad y manifiestan cada día un odio tan amargo; cuando es esto, más que las virtudes que profesan, la prueba más clara de su fe”.
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En su *Tratado Teológico-Político*, Spinoza argumenta que el lenguaje bíblico es metafórico y fue concebido para tocar la imaginación y las emociones de las masas, más que para apelar a la razón.
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Esa “saña implacable” con la que fue perseguido y excomulgado no es exclusiva de la Inquisición; es el canibalismo que hoy se observa en las redes sociales, tanto las modernas como las tradicionales. En ellas, personas que se erigen como portavoces de versículos sagrados reflejan en su comportamiento actitudes ofensivas, irrespetuosas, hipócritas, cínicas y violentas… ¡Rezan a Dios mientras golpean con el mazo! Es precisamente a esto a lo que se refiere Graciela Abinader al señalar la falta de coherencia de quienes publican mensajes vacíos sobre el amor al prójimo mientras actúan movidos por prejuicios. Los ejemplos sobran en el día a día. Nada nuevo bajo el sol.
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No obstante, José Ortega y Gasset nos ofrece una distinción crucial para analizar el pensamiento humano. Una cosa son las ideas y otra muy diferente son las creencias. Las ideas son una construcción intelectual. Exigen horas de estudio, dedicación, discernimiento, crítica y maduración. Se edifican sobre la base de la evidencia, la ciencia y la reflexión metódica.
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Las creencias, por su parte, carecen de una explicación lógica; simplemente estamos inmersos en ellas, nos poseen, forman parte de nuestra esencia y estructura interna. Se forjan en nosotros a lo largo de nuestro proceso evolutivo sin que nos percatemos. Cabalgamos sobre ellas a todo galope sin proponérnoslo, como si fuéramos jinetes expertos.
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No es un error tener más de unas que de otras, simplemente es vital entender la diferencia, pues ambas impactan profundamente la vida de las personas. Desde mis creencias, he leído y releído pasajes de la Biblia buscando comprenderlos, y sin tener las herramientas normativas para interpretarlos, han provocado una enorme transformación en mí. Sin embargo, considero que, más allá de la experiencia espiritual particular, existe un amplísimo abismo entre la palabra y los hechos de los demagogos en el *ágora* digital… ¡Y qué decir de la falta de camino!
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Desde el ámbito de las ideas, también siento un profundo respeto por pensadores cuyas reflexiones me he esforzado en comprender durante mucho tiempo. Cuando escucho la ligereza con que se les menciona, cuestiono severamente la trivialidad y el criterio confuso con que se ejercen muchos oficios en esta amada media isla. Dijo Bertrand Russell, el filósofo, matemático y escritor británico: “El relato de un tonto sobre las ideas de un hombre inteligente nunca es exacto, porque inconscientemente traduce lo que oye en algo accesible a su entendimiento. Prefiero que hable de mí mi más acérrimo enemigo, entre los filósofos, que un amigo ignorante de la filosofía”.
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Mi intención no es anteponer la razón a la fe. En definitiva, sugiero que el camino hacia el Señor puede recorrerse por ambas vías. Las dos son esenciales: los criterios para estudiar la Biblia y alcanzar un profundo grado de comprensión, y la fe misma. Para San Agustín, por ejemplo, sin fe es imposible entender a Dios; para Santo Tomás, la fe es necesaria para los ignaros y los jóvenes que no tienen tiempo para la filosofía. Sostengo, no obstante, que cualquiera de los caminos debe reflejarse en la conducta; lo contrario, como bien señala la joven, equivale a interpretar la Biblia desde la verdadera ignorancia.














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