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Al Papa Paulo III se le atribuye el suceso histórico de promulgar la Bula *In Apostolatus Culmine*, mediante la cual, el 28 de octubre de 1538, se fundaba la Universidad de Santo Domingo. Esta institución se inspiró en el modelo de la destacada Universidad de Alcalá de Henares, precursora de las grandes ideas del Renacimiento que emergían del contexto medieval.
Fue la primera casa de estudios superiores en América, naciendo como un faro de conocimiento para la enseñanza de materias como Medicina, Teología, Derecho y Artes, enfocándose especialmente en gramática, retórica, lógica y aritmética.
Como puede observarse, desde sus comienzos, la Primada de América se dirigió a impulsar el avance de la ciencia y las artes como cimientos esenciales del saber y la cultura, en provecho de la comunidad. No obstante, en repetidas ocasiones, esta misión se ha visto truncada, ultrajada y puesta en peligro por sucesos y decisiones lamentables, como la invasión haitiana, la primera intervención norteamericana y la dictadura de Trujillo, situaciones que perturbaron el objetivo de su creación.
A pesar de que en ciertos lapsos de su historia la Primada de América fue objeto de afrenta, incluso gobernantes que nunca promovieron la pluralidad ni la democracia mantuvieron una postura moderada hacia la academia en lo referente a su funcionamiento. Tal fue el caso de los presidentes Pedro Santana y Ramón Báez, a diferencia de la hostilidad emanada por el régimen de Rafael Leónidas Trujillo. Sin embargo, la capacidad de recuperación de la Primada de América halló la fortaleza necesaria para sostener los principios fundacionales que, a lo largo de su trayectoria, han poseído un valor incalculable. Ejemplo de esto fueron las rectorías de José Núñez de Cáceres y del arzobispo Fernando Arturo de Meriño.
La creación de la Universidad de Santo Domingo está cargada de una historia íntimamente ligada al desarrollo social, político, económico y cultural del pueblo dominicano. Su presencia ha contribuido a fortalecer la institucionalidad y a promover una perspectiva crítica sobre cómo mejorar las condiciones de vida y construir una sociedad más equitativa. Estos principios alcanzaron su máxima expresión en 1961, cuando esta academia consiguió su autonomía al promulgarse la Ley No. 5778, pasando a llamarse Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Con esta autonomía, se intensificó la apertura de sus puertas a la sociedad dominicana, buscando la superación y fomentando el interés por la ciencia.
Como institución pública de educación superior, la UASD ha logrado consolidarse en la difusión del saber a través de la enseñanza y la investigación, asumiendo el compromiso de fomentar el desarrollo y la cultura. Por consiguiente, la UASD tiene presencia con su sede central, múltiples facultades y numerosos recintos y centros regionales. Esto le permite conectar con todo el territorio nacional, convirtiéndose en un agente multiplicador que impulsa el progreso paulatino del conocimiento y la resolución de la problemática socioeducativa y socioeconómica en la República Dominicana.
Desde esta óptica, se puede afirmar que la UASD se ha erigido como un motor de desarrollo educativo, social y cultural, en beneficio de la equidad, la democracia y la justicia social. De igual modo, la UASD ha contribuido al fomento del debate y el espíritu crítico, a la defensa del medio ambiente, al respeto por las diferentes ideas y a la promoción de la estabilidad económica y financiera de la República Dominicana.
Al conmemorar su 487 aniversario, la UASD atraviesa un constante proceso de asimilación y decodificación de los nuevos saberes e innovaciones que, a nivel global, se han generado a una velocidad asombrosa. En este sentido, su profesorado tiene el ineludible deber de compartir estos conocimientos con el alumnado de la academia, para beneficio de la nación. Se trata, pues, de una institución educativa emblemática donde, con miras a la necesaria renovación democrática de sus autoridades (como sucederá en los meses venideros), prevalece la supremacía de la institucionalidad y la continuidad de su rol sin perturbación alguna. Y es precisamente esta robusta realidad la que enorgullece a la UASD y a todos sus egresados.















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