Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
El plan era desviar el avión de Maduro a un sitio donde las autoridades estadounidenses pudieran capturar al mandatario.
Un agente federal norteamericano ideó una estrategia para que el piloto principal de Nicolás Maduro, Bitner Villegas, se volviera contra el gobernante venezolano; esto surgió tras una reunión con un informante en la sede diplomática de EE. UU. en República Dominicana.
El propósito era desviar la aeronave de Maduro hacia un lugar donde los oficiales de EE. UU. pudieran detenerlo.
A cambio, como el agente le comunicó al piloto en un encuentro clandestino, el aviador se convertiría en un hombre extremadamente adinerado.
Esta intriga se gestó cuando un confidente se presentó en dicha embajada el 24 de abril de 2024, afirmando poseer datos sobre las naves de Maduro.
El diálogo fue álgido y el piloto se retiró sin dar su palabra, si bien facilitó su número de móvil al agente Edwin López, lo cual sugería cierto interés en colaborar con el gobierno americano.
López, de 50 años, fungía en ese momento como agregado en la embajada y agente de Investigaciones de Seguridad Nacional (HIS), adscrito al Departamento de Seguridad Nacional.
López, un exmilitar de operaciones especiales del Ejército de EE. UU. de carácter fuerte, oriundo de Puerto Rico, había encabezado las investigaciones de la agencia sobre organizaciones criminales internacionales con presencia en República Dominicana, luego de una destacada carrera desmantelando grupos de narcotraficantes, lavadores de dinero y estafadores.
Su labor para desmantelar un esquema ilícito de cambio de divisas incluso le acarreó una censura pública en 2010 por parte de Hugo Chávez —sucesor de Maduro—. Aquel destino en la sede diplomática sería su última parada antes del retiro.
Durante el siguiente año, incluso después de dejar su cargo gubernamental, López perseveró y mantuvo comunicaciones con el piloto a través de una aplicación de mensajería encriptada.
Esta historia inédita y llena de suspenso sobre el intento de López de reclutar al piloto de Maduro para los estadounidenses posee todos los ingredientes de un relato de espionaje de la Guerra Fría: jets privados lujosos, un encuentro secreto en un hangar y diplomacia de alto riesgo en una delicada maniobra para persuadir a un subordinado de cambiar de bando. Hasta hubo un acto final de sigilo destinado a sembrar dudas en Maduro sobre la verdadera fidelidad del piloto.
“Espero tu respuesta,” le tecleó López al piloto el 7 de agosto, adjuntando un link a un comunicado de prensa del Departamento de Justicia que anunciaba el incremento de la recompensa a 50 millones de dólares.
Las precisiones del esquema —que a la postre fracasó— se obtuvieron de entrevistas con diversos funcionarios estadounidenses, activos y jubilados, así como con un opositor a Maduro.
La embajada estaba cerrada; sin embargo, López permanecía en su puesto. Se le entregó una ficha con el nombre y número del informante. Al contactarlo, el sujeto aseguró que dos aeronaves usadas por Maduro estaban en República Dominicana recibiendo mantenimiento costoso.
López sintió curiosidad: sabía que cualquier servicio técnico probablemente infringiría la ley estadounidense, al requerir la compra de piezas de ese país, vedada por las sanciones contra Venezuela. Además, dichas aeronaves podían ser confiscadas por violar las mismas restricciones.
Localizar las aeronaves fue sencillo: estaban aparcadas en el aeropuerto ejecutivo La Isabela de Santo Domingo. Documentar su conexión con Maduro llevó meses al agente y a otros investigadores federales. Mientras construían el caso, supieron que el presidente venezolano había enviado a cinco pilotos a la isla para recuperar los carísimos aparatos: un Dassault Falcon 2000EX y un Dassault Falcon 900EX.
López tuvo una epifanía: ¿qué pasaría si lograba convencer al piloto de llevar a Maduro a una nación donde EE. UU. pudiera arrestarlo? Maduro había sido acusado formalmente en 2020 por cargos federales de narcoterrorismo, señalándolo de contribuir al flujo de cocaína hacia Estados Unidos.
El funcionario del Departamento de Seguridad Nacional obtuvo el visto bueno de las autoridades dominicanas para interrogar a los pilotos, sorteando el temor de generar un conflicto diplomático con Venezuela.
En el hangar del aeropuerto, cerca del avión, López y otro agente solicitaron a cada piloto reunirse con ellos por separado en una pequeña sala de reuniones. Los agentes indicaron que no había un motivo especial, solo deseaban conversar.
Los agentes simularon desconocer que los pilotos estaban transportando a Maduro y a otros altos cargos. Entablaron conversación con cada aviador durante cerca de una hora y reservaron para el final al objetivo principal: Villegas, pues los agentes habían determinado que este era el piloto asiduo de Maduro.
Villegas era parte de la guardia de honor presidencial de élite y coronel de la Fuerza Aérea venezolana. Un exfuncionario venezolano que viajaba frecuentemente en los aviones presidenciales lo describió como afable, discreto y de total confianza para Maduro. Las aeronaves se utilizaban para trasladar a Maduro por el orbe, a menudo a países con posturas confrontacionales hacia EE. UU. como Irán, Cuba y Rusia.
En un video de diciembre de 2023, difundido por Maduro, se observa a Villegas manejando una radio en la cabina mientras el presidente intercambia frases patrióticas con el piloto de un caza ruso Sukhoi.
López llamó a Villegas para que pasara a la sala y charlaron un poco sobre las personalidades que el piloto había transportado, su servicio militar y las clases de aviones que estaba certificado para pilotar. Tras unos 15 minutos, el piloto comenzó a mostrarse nervioso y sus piernas le temblaban.
El agente presionó con más firmeza: ¿Había transportado alguna vez al piloto a Chávez o a Maduro? Villegas, al comienzo, trató de evadir las preguntas, pero finalmente admitió haber sido piloto de ambos líderes. Villegas mostró a los agentes, en su teléfono, grabaciones suyas junto a los dos presidentes en diversos viajes. Proporcionó detalles sobre instalaciones militares venezolanas que había visitado. Sin que Villegas lo supiera, un colega de López estaba registrando la charla con un móvil.
Casi al concluir la conversación, López expuso su ofrecimiento: a cambio de llevar a Maduro de manera encubierta y entregarlo a Estados Unidos, el piloto se haría inmensamente rico y sería aclamado por millones de sus conciudadanos. El punto de encuentro podría ser elegido por el aviador: República Dominicana, Puerto Rico o la base militar estadounidense de la Bahía de Guantánamo, Cuba.
Villegas no develó sus intenciones. Sin embargo, antes de marchar, le dio su número de móvil a López.
Villegas y los demás pilotos retornaron a Venezuela sin las aeronaves, las cuales, según les informaron, carecían de los permisos pertinentes.
Entretanto, el gobierno estadounidense preparaba una causa judicial federal para confiscar las naves. Logró incautar una, matriculada en el pequeño estado europeo de San Marino a nombre de una sociedad fantasma de San Vicente y las Granadinas, en septiembre de 2024.
Se apoderaron de la otra en febrero, durante la primera gira internacional de Marco Rubio —Secretario de Estado de EE. UU.— en su rol como máximo responsable de la diplomacia estadounidense.
En una comparecencia de prensa en el aeropuerto dominicano, López informó al Secretario ante los medios.
López comunicó a Rubio que el avión contenía un “vasto repertorio de datos de inteligencia”, incluyendo los nombres de oficiales de la fuerza aérea venezolana e información detallada sobre sus movimientos. López ejecutó una orden de aseguramiento sobre el avión. El gobierno de Maduro replicó con indignación, publicando un comunicado donde tachaba a Rubio de “ladrón descarado”.















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