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La carta fundamental que Olympe de Gouges aguardaba

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Olympe de Gouges (cuyo nombre verdadero fue Marie Gouze) fue ajusticiada el tres de noviembre de 1793, en la Plaza de la Concordia de País, para “contener” su propuesta de modificación a la recién obtenida “Declaración de los Derechos del Varón”; “su afrenta”, formulada dos años antes de ser conducida al patíbulo, se tituló “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”.

A los letrados constituyentes les incomodó la subversiva contrapropuesta con la que De Gouges cuestionaba la exclusión femenina, revelando así que la “igualdad universal” era falaz; y, con ello, se anulaba la posibilidad de que la mujer fuera un actor político, negándosele —de entrada— prerrogativas civiles y políticas.

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Por esta razón De Gouges redacta 17 preceptos en su manifiesto donde ubica explícitamente a la mujer en el centro; tales como: “la mujer nace equiparada al hombre en derechos” (artículo 1); “mujer y hombre poseen derechos a la libertad, a la propiedad, la seguridad, y sobre todo, la réplica a la opresión” (artículo 2); “nadie debe ser incomodado por sus ideas; la mujer tiene la potestad de subir a la tribuna” (artículo 10), y “las posesiones son para ambos sexos juntos o separados; son para cada uno un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser desposeído de ellas” (artículo 17).

Silenciada su existencia por la guillotina, la “equidad apócrifa” ha seguido un derrotero secular, se extiende en otros manifiestos y cartas constitucionales; incluso en el primer cuarto del siglo XXI se mantiene firme en el subconsciente que impulsa las resoluciones de constituyentes y legisladores (-legisladoras-).

Pues sí, hoy se les hace arduo admitir la disparidad estructural como origen de las exclusiones, o ignorar que las restricciones a las prerrogativas logradas por las mujeres implican un riesgo de retroceso; esto sucede porque continúan afilando las guillotinas.

Según expresa la catedrática Itziar Gómez Fernández, la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana puso de relieve que el feminismo fue relegado desde el inicio, visto como “la hija incómoda” del discurso de la igualdad. Y es el temor latente a distanciarse de quienes ajusticiaron a De Gouges lo que inhibe a los altos juristas de otorgar plenos derechos constitucionales a las mujeres, pues temen trastocar el orden legal establecido.

Bien lo señaló Olimpe de Gouges en su colofón: “Mujer, despierta, el clamor de la razón resuena por todo el orbe; reconoce tus prerrogativas”.

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