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¿La victoria de Zohra Mamdani en las elecciones neoyorquinas señala un cambio trascendental en la política de EE. UU.?
El clima político, fuertemente polarizado, da pistas. Especialmente de las generaciones más jóvenes y habitantes de ciudades, preocupadas por el elevado costo de vida y la inestabilidad del mercado laboral.
Dejando a un lado las puestas en escena, el nuevo alcalde representa un perfil transformador en varias áreas: es musulmán, se identifica como socialista y es inmigrante. Tres etiquetas que, unidas, hubieran sido inconcebibles en una candidatura viable hace tan solo diez años.
Según expertos, el joven socialista personifica una “respuesta de avance” ante el trumpismo.
Y en verdad, Mamdani es un “agente político” con bastantes diferencias —no necesariamente más acertado o provechoso— de lo que Estados Unidos ha presenciado recientemente. Por ende, funciona como una suerte de contrapeso al populismo de extrema derecha.
Encarna un reflejo ideológico del trumpismo: una movilización emocional, contraria al sistema establecido, pero desde el polo opuesto del espectro, atrayendo a un sector amplio de la juventud.
Mientras Trump se dirigió a una base de jóvenes y trabajadores rurales, identificada con la clase obrera blanca que percibe perjuicio por la inmigración irregular, Mamdani concentra su apoyo en círculos urbanos, con mayor formación académica y de clase media profesional.
Este suceso debe interpretarse en el contexto de la extrema polarización que experimenta el panorama político estadounidense.
Lo novedoso reside en el reto directo al presidente Trump, a quien en cierto modo ha convertido en un antagonista conveniente para su discurso.
Que un inmigrante triunfe en la urbe más grande del imperio y aspire a convertirla en un “baluarte pro-inmigrante” demuestra que, para muchos estadounidenses, la inmigración no es el obstáculo para devolver a Estados Unidos su grandeza.
Y como paradoja política, el regidor neoyorquino, casi un desconocido hace un año, dirigirá la metrópolis donde su adversario forjó su imperio.
Su promesa de eliminar exenciones tributarias para fortunas como las de su rival resulta sumamente osada.
En esta dicotomía se define gran parte del porvenir político de EE. UU., donde dos fuerzas dirigidas por figuras ajenas al sistema están redefiniendo el mapa ideológico de la potencia mundial.















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