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Monseñor Morel Diplán asume este lunes como arzobispo coadjutor con amplias facultades.
SANTO DOMINGO. La Iglesia Católica dominicana atraviesa un momento de profunda metamorfosis que, sin embargo, ha pasado casi inadvertido para la opinión pública, lo que a su vez evidencia la menguante influencia de dicha institución.
Impulsados desde el Vaticano y por la acción del actual nuncio apostólico, monseñor Piergiorgio Bertoldi, en la nación se están sucediendo cambios que anticipan una reestructuración del liderazgo, augurando un nuevo tiempo para la Iglesia dominicana.
Mientras la sociedad observa aparentemente impasible, se está gestando un traspaso de autoridad anticipado en la Arquidiócesis Primada de América y, simultáneamente, una división territorial de la arquidiócesis de Santo Domingo con la creación de una nueva diócesis. Estos dos sucesos, aunque distintos en su formalidad, están unidos por su trascendencia y marcan el comienzo de una nueva etapa para la Iglesia nacional.
**Monseñor Morel Diplán toma posesión**
El lunes tomará posesión monseñor Tomás Morel Diplán como arzobispo coadjutor de Santo Domingo con derecho a suceder, nombrado por el papa Francisco. La figura del arzobispo coadjutor no es meramente un protocolo: es un obispo designado por el Papa con plenos poderes de gestión y con la seguridad de reemplazar automáticamente al arzobispo ordinario cuando este presente su renuncia y esta sea aceptada.
En la práctica, este nombramiento significa que el relevo en la Arquidiócesis de Santo Domingo ya ha iniciado, aunque de manera ordenada y sin sobresaltos. Monseñor Francisco Ozoria Acosta, arzobispo metropolitano desde 2016, continuará a cargo de la arquidiócesis como titular, pero compartirá responsabilidades clave con su coadjutor, especialmente en lo referente a la labor pastoral y la administración eclesiástica.
La formalidad de la asunción del arzobispo coadjutor se había planeado para ser discreta, restándole importancia al evento, pero con el transcurrir de los días ha cobrado mayor notoriedad, hasta el punto de invitar al clero de la arquidiócesis en su totalidad, a los movimientos apostólicos, fieles y personalidades, si bien sin la infraestructura para un acto multitudinario.
La toma de posesión se llevará a cabo en la catedral de Santo Domingo en una misa que presidirá el nuncio Bertoldi.
En los más de 500 años de historia de la iglesia católica dominicana, solo existe un antecedente similar: el nombramiento de Hugo Eduardo Polanco Brito como administrador apostólico sede plena (con todas las facultades para dirigir la arquidiócesis de Santo Domingo) y posteriormente arzobispo coadjutor con derecho a sucesión en 1975 del entonces arzobispo Octavio Antonio Beras Rojas.
Sin embargo, la sucesión nunca se concretó. Beras no había alcanzado la edad canónica de retiro —75 años—, y Polanco Brito fue designado más tarde como obispo titular de Nuestra Señora de La Altagracia en Higüey, perdiendo así el derecho a suceder.
En este caso, monseñor Ozoria cumplirá 75 años en octubre de 2026, momento en el cual deberá obligatoriamente presentar su dimisión en acatamiento de lo estipulado por el Derecho Canónico.
La figura del coadjutor con derecho a suceder es un nombramiento excepcional que en realidad implica que el Vaticano considera conveniente un relevo paulatino, sin aguardar el retiro formal del arzobispo Ozoria.
**Una nueva diócesis: Stella Maris**
Casi a la par de este proceso, el pasado sábado fue establecida formalmente la diócesis Stella Maris, con sede en la región este de Santo Domingo. Este nuevo territorio eclesiástico, segregado de la Arquidiócesis Primada, abarca zonas de rápido crecimiento urbano y demográfico, con una dinámica pastoral distinta a la de los núcleos tradicionales de la capital.
Durante el acto de creación, también fue consagrado como primer obispo de la nueva diócesis monseñor Manuel Ruiz, un sacerdote de larga trayectoria y reconocido por su cercanía al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, figura dominante de la Iglesia dominicana desde los años ochenta hasta la primera década del siglo XXI.
Ruiz, quien por años ocupó cargos discretos dentro de la estructura arquidiocesana, representa una corriente pastoral más tradicional, alineada a la estructura y disciplina eclesiástica que caracterizó el extenso período de López Rodríguez.
**El declive de la influencia social**
Estos movimientos ocurren en un momento en que la Iglesia Católica ha visto reducir notablemente su peso como actor social y moral en República Dominicana.
Durante décadas, los obispos dominicanos —y en particular los arzobispos de Santo Domingo— fueron protagonistas clave en las discusiones nacionales, mediadores en momentos de crisis política, referentes éticos y voces escuchadas por todos los estamentos.
Esa posición central empezó a desdibujarse con el aumento del pluralismo social, el auge de las iglesias evangélicas y la creciente indiferencia religiosa de las generaciones más jóvenes. A esto se suma la disminución de la exposición pública y mediática de la jerarquía católica, un fenómeno no exclusivo del país, pero que aquí ha sido más evidente tras la partida del cardenal López Rodríguez.
En este panorama, el nombramiento de un coadjutor con un liderazgo pastoral activo puede interpretarse también como un intento del Vaticano de reubicar la figura del arzobispo primado en el ámbito nacional, de forma gradual y con un estilo renovado.















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