Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Indiana es una canina de porte grande. Es cruza, pero luce con trazos de pitbull. María Lourdes de Alarcón, su adiestradora, la conduce con su correa. Ambas entrenan dentro de un vivero diseñado para emular las condiciones climáticas de Catazajá, Chiapas, al sur de México, donde las temperaturas pueden ascender a 35 o 40 grados. Normalmente, el calor ahí dentro sería agobiante, aunque debido al frente frío nacional, la práctica se ha tornado más tolerable. Es un entorno controlado en el que esta unidad canina se prepara para impedir el ingreso de plagas y padecimientos a México. Todavía le quedan dos meses de formación, pero una vez preparada, se unirá a otros cinco canes para constituir el próximo grupo de inspectores (de cuatro patas) al servicio del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), sirviendo como un filtro adicional para frenar la diseminación de la plaga del Gusano Barrenador del Ganado (GBG).
El Centro de Adiestramiento Canino (Ceacan) se ubica resguardado en el municipio de Tecámac, Estado de México, casi como un secreto oficial. Esta dependencia, parte del Senasica, opera desde 2012. Han capacitado a 76 promociones, o su equivalente a más de 300 perros, para la localización de artículos fitosanitarios en aeropuertos, terminales de autobuses o cruces fronterizos. Ante la urgencia del GBG en el norte de México y Centroamérica, esta institución ha enfocado sus labores más recientes en instruir especialmente a binomios caninos para colaborar en la detección de este mal. El GBG es una infestación causada por las larvas de la mosca *Cochliomyia hominivorax*, responsables de la miasis, una patología donde las larvas infestan tejido vivo en animales o humanos, de él alimentándose.
Hasta octubre de 2025, México ha reportado más de 9,000 incidencias de miasis por gusano barrenador, de las cuales 839 siguen activas y 8,366 ya concluidas. El mayor número se ha registrado en Chiapas, con 4,416 casos. El mal está extendido en el sureste del país, primordialmente en Tabasco, Yucatán, Campeche, Quintana Roo, el sur de Veracruz, Oaxaca y parte de Puebla.
Indiana integra la segunda cohorte de perros especialistas en rastrear el GBG y lleva cuatro meses en enseñanza. Su culminación de estudios será en diciembre de este año y se integrará a la primera generación que ya cumple casi un año en Catazajá. En Tecámac, Verónica Montes, adiestradora experta en la formación de binomios en el Ceacan, explica que el proceso de entrenamiento para identificar esta plaga incluye diversas fases. Inicialmente, usaban perros de raza golden retriever, labrador o pastor belga, pero ante la dificultad de obtener consistentemente estas razas, optaron por buscar candidatos en refugios para brindarles una segunda oportunidad a canes sin hogar.
“Aprovechamos lo que nos ofrece la naturaleza. La mayoría de los perros de albergue provienen de la calle y para haber sobrevivido desarrollaron gran capacidad olfativa por la necesidad de obtener alimento. Recorren kilómetros buscando una tostada, un trozo de pan, cualquier cosa. Eso es una ventaja adicional para nosotros,” comenta Montes.
Sin embargo, no todos son seleccionados. Para calificar como oficial de inspección de cuatro patas, los aspirantes deben superar revisiones médicas exhaustivas y poseer cualidades como hiperactividad, gusto por el juego e incluso ser muy comilones. Esto se debe a que el entrenamiento utiliza el método positivo (sin represalias), recompensando el desempeño del perro con premios (comida) o juguetes, como una pelota o un objeto para morder. “Además, deben ser perros estables en presencia de otras personas, otros caninos e incluso distintos tipos de animales, como el ganado,” detalla Montes.
La fase de preselección, el adiestramiento olfativo para productos fitosanitarios, la especialización en la detección del GBG y la formación posterior para establecer un lazo con su “guía canino”, requiere cerca de nueve meses en total. De vuelta en el invernadero, Indiana inspecciona el entorno de un brete ganadero, una estructura utilizada para el manejo y sujeción del ganado. Dentro, una manga con múltiples orificios contiene pequeños recipientes con diversos olores, simulando el lomo de una vaca. Algunos contienen alimento. Otros, gasas con sangre de heridas causadas por garrapatas o raspaduras del mismo animal en encierro; también hay gasas con fluidos de un espécimen infectado por el gusano barrenador. El color dominante del manto de Indiana es oscuro, pero sus patas blancas simulan guantes de látex, como los de un inspector humano. Se incorpora sobre sus patas traseras y se apoya en el brete. Olea con detalle uno de los recipientes y se sienta en ese punto para señalar su hallazgo. Alarcón, su instructora, la elogia y premia por su buen desempeño.
En el campo, lo que seguiría tras la señalización del perro, sería marcar a ese animal con gis (tiza o crayón) para ganado para que sea examinado a fondo. El frasco que localizó Indiana contenía la gasa con sangre de ganado vacuno afectado por el gusano barrenador. Si bien esa muestra es añeja, es de un tono rojizo violáceo y emana un hedor fuerte y penetrante a carne descompuesta. Estas muestras recolectadas en campo se usan para el entrenamiento y luego se guardan refrigeradas. Duran aproximadamente siete días para el proceso de enseñanza. La intensidad del aroma es alta al principio, pero disminuye con los días. “Esto ayuda al perro a ser muy exacto y a poder identificar la lesión incluso en concentraciones mínimas,” explica la adiestradora.
Parte de la especialización en GBG también incluye acuerdos con Birmex (Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México), que poseen caballos, o con la UNAM en Topilejo —al sur de Ciudad de México—, donde los perros practican el rastreo en presencia de animales vivos para afinar su concentración.
Montes comenta que diariamente en Catazajá se examinan un promedio de 3,000 animales y, en casi un año, se han descubierto alrededor de 50 casos de GBG. “No podemos afirmar que los perros detectaron todos, pero participan en la inmensa mayoría y en los puntos que señalan [al sentarse] se hacen descubrimientos. El perro funciona como un filtro dentro de una estructura de inspección completa. No es el único elemento. Siempre uso la analogía de un embudo. El perro está en la abertura más amplia. ¿Por qué? Porque está en constante movimiento,” añade Montes.
En el Ceacan, los perros se enfrentan a diversos escenarios virtuales, como una zona de retiro de equipaje de un aeropuerto, con su respectiva cinta transportadora. Bibi, una perra mestiza pequeña que previamente trabajó en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco, ofrece una demostración de cómo localiza fruta en las maletas situadas en esa área simulada. O Harry, con orejas puntiagudas que le dan un aire lupino, quien también muestra sus capacidades en otro espacio que recrea la bodega de carga de un autobús.
Los canes también disponen de un extenso jardín, con abundante césped verde y obstáculos, donde pueden correr y ejercitarse diariamente. En este lugar, Maiden, una perra “tipo Beagle” que a sus 10 años está cercana a su retiro, aún posee la destreza y fortaleza para escalar plataformas y saltar aros. Con su energía busca evidenciar que aún tiene vigor y no solo es experta en identificar el HLB (Huanglongbing), considerado el mal bacteriano más destructor de los cítricos a nivel mundial, otra de las especialidades que instruyen en el Ceacan.
Montes asevera que su labor va más allá de ofrecer una nueva oportunidad y un hogar a un can abandonado; también confiere un propósito a la nación mediante la protección de la agricultura, la ganadería o, en este caso, previniendo la propagación de la peste del GBG. Indiana se muestra dichosa y casi lista para servir a su país, ya sea recibiendo un premio, una caricia o tiempo de calidad con su juguete predilecto.















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