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La célebre cantante española arrojó luz sobre una afección real y habitual que muchas veces se confunde con “falta de concentración” o “mala conducta”
Recientemente, Rosalía, una de las figuras musicales más destacadas del panorama actual, compartió públicamente que padece Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Su revelación suscitó una gran cantidad de reacciones y puso sobre la mesa una situación que afecta a incontables individuos alrededor del orbe.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el TDAH afecta a más de 85 millones de personas. Se trata de un trastorno de origen neurobiológico con una marcada predisposición genética, el cual tiende a manifestarse en la infancia, si bien frecuentemente persiste a lo largo de la vida de quien lo padece. Sus características principales son: dificultad para prestar atención, exceso de actividad e impulsividad, los cuales interfieren en la vida escolar, laboral, social y familiar.
La Clínica Universidad de Navarra (CUN) lo describe como “uno de los padecimientos psiquiátricos más comunes en la niñez” y la razón principal de consulta en psiquiatría infantil. Es más prevalente en varones (9%) que en mujeres (3,3%), y aunque su origen exacto permanece incierto, los expertos coinciden en la intervención de factores tantos genéticos como ambientales.
Investigaciones publicadas en Nature Genetics identificaron 27 zonas genéticas asociadas al TDAH, incluyendo 21 mencionadas por primera vez. La herencia genética podría explicar cerca del 74% de la variación del trastorno, particularmente debido a alteraciones en los neurotransmisores dopamina y noradrenalina, responsables del control de la atención y los impulsos.
Estudios con técnicas de neuroimagen también han demostrado que el cerebro de los individuos con TDAH madura a un ritmo más lento en áreas cruciales como la amígdala, el hipocampo y los ganglios basales, regiones ligadas a la gestión emocional y el aprendizaje. Estos hallazgos confirman su base biológica y refutan la noción de que sea simplemente un problema de comportamiento o crianza.
El proceso diagnóstico del TDAH es fundamentalmente clínico, basado en la observación de los síntomas durante un mínimo de seis meses.
En el caso de los infantes, suelen manifestarse señales como problemas para enfocarse, inquietud constante, actuar sin evaluar las consecuencias o irritarse con facilidad. Para establecer el diagnóstico, los especialistas recaban información de padres, educadores y cuidadores mediante entrevistas y cuestionarios.
Ver también: Inquietud y falta de atención: ¿En qué momento nos debe preocupar un menor que está “siempre en movimiento”?
En los adultos, las manifestaciones varían: dificultades para estructurar labores, mantener rutinas, manejar impulsos o sostener la concentración.
Es fundamental identificarlo a tiempo para evitar secuelas como el bajo rendimiento educativo, la poca valoración propia, la ansiedad o la depresión.
Hoy en día, incluso la tecnología contribuye al diagnóstico: investigadores de las universidades de Málaga y Alicante han desarrollado herramientas de inteligencia artificial capaces de predecir el TDAH con un 90% de certeza, lo cual podría significar un avance en la detección precoz.
El abordaje terapéutico más efectivo para el TDAH combina farmacoterapia, apoyo psicológico y asistencia en el ámbito educativo.
Según la CUN, los medicamentos psicoestimulantes logran reducir los síntomas hasta en un 70%, mejorando la capacidad de atención, la contención de impulsos y la habilidad para seguir indicaciones.
A esto se suma la terapia cognitivo-conductual, la capacitación para padres y las adaptaciones escolares, que ayudan a manejar mejor la conducta y fortalecer la autoestima.
En conclusión, el método más exitoso es aquel que integra medicación, terapia psicológica, guía familiar y apoyo académico, permitiendo que quienes viven con TDAH, como Rosalía y una inmensa cantidad de gente, puedan desarrollar al máximo su potencial.














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