WASHINGTON – Expertos legales sostienen que el ejército estadounidense habría incurrido en una falta si hubiera acabado con la vida de los supervivientes de un ataque a un supuesto navío de narcotraficantes.
Independientemente de si EE. UU. se encuentra en “guerra” contra las bandas de la droga, como sostiene el gobierno de Trump, un segundo ataque con desenlace fatal habría infringido tanto la legislación en tiempos de paz como las normas de los conflictos armados, señalan los especialistas.
“No concibo que nadie, bajo ninguna circunstancia, piense que es admisible dar muerte a personas que se están aferrando a una embarcación en el agua”, aseveró Michael Schmitt, exasesor de la Fuerza Aérea y profesor emérito de la Escuela de Guerra Naval de EE. UU. “Eso es rotundamente ilícito”.
La Casa Blanca admitió el lunes que en septiembre se ejecutó una segunda agresión contra un buque señalado de narcotráfico cerca de la costa venezolana, e insistió en que se efectuó “en legítima defensa” y conforme al derecho bélico.
Una nota periodística sobre dicho asalto generó un renovado escrutinio por parte de congresistas y se sumó a la creciente discusión acerca de si los efectivos militares pueden rehusarse a acatar directrices contrarias a la ley, algo que algunos legisladores demócratas han promovido recientemente.
A continuación se detalla lo esencial sobre los ataques y el marco legal de los conflictos armados:
Motivo del debate
El Washington Post reveló la semana pasada que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, había impartido una instrucción verbal para “eliminar a todos” a bordo de una embarcación atacada el 2 de septiembre, el primer navío impactado en lo que la administración Trump denomina una ofensiva antinarcóticos que suma más de veinte incursiones documentadas y más de ochenta fallecidos.
Dos individuos sobrevivieron a esa agresión inicial, que cobró la vida de nueve personas más, y se aferraban a los restos, según el diario. El oficial al mando, el almirante Frank Bradley, ordenó un segundo ataque para cumplir las directrices de Hegseth, resultando en la muerte de ambos hombres, reportó el Post.
Hegseth catalogó esto como “noticia falsa” en redes sociales, argumentando que los ataques a embarcaciones “se ajustan al derecho de los conflictos armados, y han recibido la aprobación de los principales juristas militares y civiles, en todos los niveles de la jerarquía”.
El presidente Donald Trump indicó el domingo que su administración “lo investigará”, si bien añadió que “yo no habría deseado eso, no un segundo ataque”. Subrayó que Hegseth le aseguró que “no ordenó el deceso de esos dos individuos”.
La vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, declaró a la prensa el lunes que Bradley había dispuesto el segundo asalto y “estaba plenamente autorizado para hacerlo”. Negó que Hegseth hubiera manifestado que no dejarían supervivientes.
El ejecutivo ha justificado las agresiones como una ampliación necesaria para frenar el trasiego de estupefacientes hacia EE. UU. y ha sostenido que la nación se encuentra inmersa en un “estado de beligerancia” con las organizaciones de narcotráfico, análogo a la contienda contra Al Qaeda tras los sucesos del 11 de septiembre.
Qué estipula la normativa durante una contienda armada
Un segundo impacto que hubiera aniquilado a los supervivientes habría sido ilegal en cualquier escenario, hubiera o no un conflicto armado, afirmó Schmitt.
Comentó que EE. UU. no está involucrado en una guerra legítima contra los grupos traficantes, los cuales tendrían que estar ejecutando altos niveles de violencia contra el país, y no solo transportando drogas que causan la muerte de ciudadanos estadounidenses.
Aun si fuera cierto, “es evidente desde hace más de un siglo que no se puede decretar lo que se conoce como ‘sin cuartel’: no aceptar rendiciones, ejecutar a todos”, puntualizó Schmitt.
Según Matthew Waxman, catedrático de Derecho en la Universidad de Columbia y exfuncionario de seguridad nacional durante el mandato de George W. Bush, es poco probable que un organismo internacional como la Corte Penal Internacional, de la cual EE. UU. no es miembro, dirima si existe un conflicto armado.
No obstante, EE. UU. podría enfrentar represalias de sus socios, quienes podrían abstenerse de compartir información sobre operaciones bélicas ilícitas en virtud de sus propias leyes o del derecho internacional, indicó Waxman, quien sirvió en los Departamentos de Estado y Defensa y en el Consejo de Seguridad Nacional con Bush.
La confrontación bélica de EE. UU. contra Al Qaeda fue respaldada por el Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN y aliados de los Estados Unidos, recordó.
La amenaza jurídica latente para el personal militar estadounidense
Si EE. UU. no está en un estado de guerra, eso implica que vulneró el derecho internacional de los derechos humanos, que regula la forma en que los estados tratan a las personas, explicó Schmitt.
“Solo es permisible emplear fuerza letal cuando existe una amenaza inminente”, dijo Schmitt. “Y ese no era el caso”.
Brian Finucane, asesor principal del International Crisis Group y antiguo letrado del Departamento de Estado, coincidió en que EE. UU. no mantiene un conflicto armado con las redes de narcotráfico.
“El término para un homicidio premeditado fuera de un escenario de guerra es asesinato”, señaló Finucane, añadiendo que los efectivos militares de EE. UU. podrían ser enjuiciados en tribunales nacionales.
“El homicidio en alta mar es un ilícito penal”, aseveró. “La concertación para cometer un asesinato fuera de Estados Unidos es un delito. Y conforme al Código Uniforme de Justicia Militar, el Artículo 118 tipifica el homicidio como falta”.
El propio manual del Pentágono sobre las leyes de la guerra describe un suceso afín al abordaje del buque del 2 de septiembre al abordar cuándo los efectivos deben negarse a seguir órdenes ilegales.
“Por ejemplo”, se lee en el manual, “las órdenes de disparar a náufragos serían manifiestamente ilícitas”.
Lo que el Congreso ha manifestado sobre el futuro
Los líderes de las comisiones de las Fuerzas Armadas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado han iniciado indagaciones.
El senador republicano por Misisipi, Roger Wicker, presidente de la comisión senatorial, y su contraparte demócrata principal, el senador por Rhode Island, Jack Reed, declararon que el comité “ejercerá una fiscalización rigurosa para esclarecer los hechos atinentes a estas circunstancias.”
La preocupación por la segunda incursión surge luego de que un colectivo de congresistas demócratas —todos con experiencia militar y en el ámbito de inteligencia— distribuyeran un video instando a los miembros de las fuerzas armadas estadounidenses a desobedecer “mandatos ilegales”.
Entre ellos se encontraba el senador Mark Kelly, demócrata por Arizona y exoficial de aviación naval, quien ha cuestionado la utilización del ejército para abordar supuestos barcos de narcotraficantes. El Pentágono informa que está investigando a Kelly por posibles transgresiones al código militar relacionadas con dicho video.
Kelly manifestó el lunes que “si lo que parece haber ocurrido, sucedió realmente, estoy profundamente preocupado por nuestros efectivos”.
El líder de la mayoría en el Senado, John Thune, ha defendido que los embates a las embarcaciones impiden la entrada de narcóticos a EE. UU. y ha comentado que es preciso aguardar el desenlace de las revisiones.
“Obviamente, si hubo una directriz para ejecutar un segundo disparo y eliminar a las personas, eso constituye una quebranto de un código ético, moral o legal. Debemos llegar al fondo de este asunto”, dijo el senador Thom Tillis, republicano de Carolina del Norte.
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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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