El 2 de diciembre de 1993 bien podría catalogarse como la jornada más extensa en la historia de Colombia.
Si bien duró las habituales 24 horas, los relatos sobre lo acontecido podrían sentirse como si se extendieran por varias semanas, dada la multiplicidad de historias que convergen en un solo desenlace: Pablo Escobar había muerto.
La estampa final del narcotraficante contrasta totalmente con su apogeo como el capo más poderoso del país; Escobar pereció solo, descalzo, con un pantalón de mezclilla y una camiseta azul, rodeado por un centenar de uniformados que acordonaban la zona, muy distante del criminal que aterrorizó a una nación.
Tres décadas después, observar las instantáneas de agentes del Bloque de Búsqueda y la DEA festejando junto al cuerpo ensangrentado de Escobar, sugiere que la exhaustiva misión de hallar al líder del cártel de Medellín no fue tan ardua, pero sería necesario retroceder tres años para comprender la magnitud del capo.
En cualquier guion de ficción, un villano de peso necesita un secuaz eficaz; ese fue Gustavo Gaviria, alias El León, para Pablo Escobar. Comúnmente se afirma que en los negocios la familia no prevalece, pero juntos, los primos erigieron un imperio criminal donde Pablo acaparó todo el protagonismo.
Escobar era el rostro visible del cártel de Medellín, pero Gustavo Gaviria manejaba las finanzas, la logística, y fuera del narcotráfico, era uno de los individuos más allegados al temido capo; no en vano, iniciaron juntos en el submundo delictivo.
Se dice que la riqueza de Gaviria era equiparable a la de su primo, y aunque es natural asumir que posesiones como la Hacienda Nápoles eran de Escobar, en rigor, la mitad correspondía a El León, quien prefería un perfil más discreto. También se baraja que no era tan sanguinario como el líder del cártel de Medellín y se opuso firmemente a la incursión de Pablo Escobar en la esfera política, lo que acabó con su fachada de empresario.
Gustavo acompañó a su primo desde el inicio, durante su ascenso como capos de la droga y en la contienda contra el Estado y el cártel de Cali. Juntos eran los delincuentes más buscados del país, aunque el halo de figura preeminente y cabecilla máximo de la organización recaía en Pablo Escobar.
Por más de una década fueron intocables, constituyendo en gran parte de Medellín, Antioquia y Colombia, una autoridad superior a la del propio Estado, pero este estatus finalizó para Gaviria el 11 de agosto de 1990.
Alrededor de las 4:00 p. m., un equipo del Bloque de Búsqueda irrumpió en la morada con vidrios blindados de Gustavo tras interceptar una de sus comunicaciones; fiel al estilo que caracterizaba a los integrantes del cártel de Medellín, Gaviria prefirió una sepultura en Colombia antes que una reclusión en Estados Unidos, por lo que cayó al intentar resistir a los agentes.
El mano derecha de Escobar había sido neutralizado; el cártel de Medellín ya no era invencible, y el líder de la organización había perdido a su familiar y socio en el ámbito criminal.
Gustavo Gaviria tuvo un único descendiente, que compartía su nombre; este fue ultimado el 2 de diciembre de 1993, y se especula (entre las múltiples versiones existentes) que fue él quien reveló el paradero de Pablo Escobar tras ser sometido a torturas por Los Pepes.
Con la caída de El León, comenzó el declive de Escobar. Sin El Mexicano, con dos de los Ochoa colaborando con la justicia y una gran parte de sus hombres cayendo progresivamente, Pablo Escobar se afianzó como el principal objetivo, aunque ya lo fuera, para desmantelar el narcotráfico en Colombia.
El 2 de diciembre de 1993, cerca de las 2:00 p. m., se registró la primera de varias llamadas de Escobar a sus familiares; durante apenas una hora, el capo ignoró una de sus reglas fundamentales de supervivencia y usó el teléfono de manera inusitada.
Al margen de cualquier protocolo, un día después de su cumpleaños, el narcotraficante solicitó hablar con su esposa y su hija; de poco sirvió que le rogaran no volver a llamar, y entre la sucesión de charlas con su círculo íntimo, la última fue con su hijo, Juan Pablo, quien escuchó las últimas palabras de su padre, donde le sugería que algo anómalo estaba sucediendo.
Carrera 79B 45D-94, barrio Los Olivos, Medellín. Esa es la dirección donde se ocultaba Pablo Escobar en una casa de dos plantas. La imagen postrera del capo lo muestra en la azotea de una construcción trasera, descalzo, ataviado con un jean y una camiseta azul.
Se quitó la vida, fue neutralizado por Hugo Aguilar, lo abatieron Los Pepes o un tirador de la DEA. Existen numerosas conjeturas de ese instante, pero todas confluyen en el mismo final: así se documentó el deceso de Pablo Emilio Escobar Gaviria.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.








Agregar Comentario