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Renovar la apariencia y mostrar una sonrisa con un injerto capilar

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El camino primordial para contener los efectos nocivos de la alopecia androgenética en varones y féminas, mientras se aguarda la esperada y bien recibida terapia celular, es la microinjerto capilar mediante la técnica FUE: “Sacamos pelo a pelo miles de folículos de la parte posterior del cuero cabelludo del sujeto y los colocamos en sus áreas sin cabello”, detalla el Dr. Eduardo López Bran, microcirujano capilar de la Clínica Imema en Madrid.

Este injerto capilar que soluciona la calvicie común solo es accesible para individuos que posean suficientes unidades foliculares, con hasta cuatro cabellos, en la región donante: el área en forma de herradura que va de oreja a oreja en la parte trasera del cráneo, desde el límite superior de la coronilla hasta la nuca; un requerimiento que no cumple el propio doctor López Bran.

“Es necesario reconocer que un segmento de la población que padece calvicie carece de una zona donante biológicamente apta para lograr un trasplante exitoso”, señala el médico oriundo de Lugo, quien también es jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario San Carlos en la capital española.

Una condición inicial de la que sí puede ufanarse Mario, un joven de 25 años que ha tomado la resolución de cesar de padecer y recuperar el cabello en su cabeza de forma natural.

“Se trata de un paciente con alopecia androgenética avanzada en sus sectores frontoparietal, interparietal o banda media y la coronilla; sectores del cuero cabelludo que logra disimular manteniendo una abundante cabellera en los flancos parietales y peinándose a contrapelo para ocultar totalmente su pronunciada calvicie”, describe el dermatólogo experto en tricología.

En el cuero cabelludo humano crecen entre 100.000 y 150.000 unidades foliculares, a lo que se debería añadir una densidad capilar de 260 cabellos/cm² en mujeres y de 235 cabellos/cm² en hombres, en ambos casos refiriéndose al grupo étnico caucásico.

La calvicie común afecta al 30% de los hombres que han superado los treinta años, y esa proporción se incrementa en un 10% por cada década posterior. Por consiguiente, a los cincuenta años, el 50% de ellos padecerá alopecia. Las mujeres siguen un patrón diferente: el 5% al 10% de ellas sufre pérdida de cabello a esas mismas edades.

“La disminución del cabello empieza en los varones con el retroceso de la línea de inserción frontoparietal, las conocidas entradas; prosigue luego en la región superior media y la coronilla, hasta que estas dos zonas sin pelo confluyen”, ilustra.

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Con el transcurso del tiempo, el cabello desaparece de todo el cráneo excepto de las zonas de la nuca y detrás de las orejas.

“En las mujeres, el adelgazamiento comienza en la línea de la raya central y se extiende gradualmente abarcando toda la parte superior. Aun así, suelen conservar la sección frontal de cabello, por lo que un buen peinado disimula su alopecia en la mayoría de las circunstancias comprometedoras”, comenta.

Tomar la determinación de someterse a un injerto capilar es siempre una elección personal con el doble propósito de verse más joven y potenciar la autoestima, si es lo que se requiere o se anhela, por supuesto.

El Dr. López Bran y Mario acordaron conjuntamente implantar 3.200 unidades foliculares (finalmente se lograron las 3.400), dejando en la nuca muchos otros folículos pilosos preservados como reserva dada la juventud del candidato, puesto que la calvicie genética seguirá su curso natural agotando más y más cabellos no trasplantados con el paso de las estaciones.

“La cantidad de unidades foliculares a implantar estará dictada, en primer lugar, por la zona a restaurar, la extensión del área calva y su concentración por centímetro cuadrado; y, en segundo lugar, por la meta de potenciar el efecto rejuvenecedor”, explica.

“Naturalmente, dependerá de los recursos disponibles en la nuca. La zona donante es limitada. Es un área folicular que debemos manejar con total y completa pericia para obtener el mejor y mayor número de unidades pilosebáceas viables en cada etapa de la vida”, argumenta.

“Sin embargo, la primera línea del injerto, el borde frontal de inserción temporofrontal, será la imagen final, impactante y más atrevida del paciente. Por lo tanto, esta línea debe ser completamente natural e indetectable. Y, por supuesto, armoniosa con la complexión y edad del paciente”, recalca.

El prodigio cotidiano del trasplante capilar: diseñar la microcirugía; rasurar el cuero cabelludo; aplicar anestesia local en la zona de trabajo; practicar incisiones miles de veces en las áreas sin cabello; retirar pelo a pelo los cabellos de la nuca; clasificar y revitalizar los folículos pilosos e insertar cada cabello en los orificios hechos, como si se sembraran semillas en tierra fértil.

Luego de rapar por completo el cuero cabelludo de Mario, lo cual facilita la microcirugía con mayor limpieza y eficacia, además de ayudar a la higiene posterior del paciente, se demarcan las áreas de la intervención con un rotulador quirúrgico estéril.

Mario, como es requerido en un injerto capilar, ya ha recibido la sedación apropiada por vía intravenosa, por lo que está medicado, somnoliento y bajo la supervisión total de la anestesista, quien monitorea de cerca su respiración y sus signos vitales.

A continuación, se introduce solución salina en el cuero cabelludo para hinchar la piel de toda la zona receptora, ganar espacio y poder ejecutar un mayor número de aperturas, en las que posteriormente se situarán las unidades foliculares.

Asimismo, se aplica suficiente anestesia local para anular cualquier sensación de dolor en la cabeza.

A partir de ese momento, el Dr. López Bran procederá a realizar las miles de punciones planificadas, proceso que finaliza cuando el cronómetro digital marca una hora.

“Ya terminamos las punciones en las áreas sin cabello —expresa—. Un total de 3.400, muy próximas entre sí para optimizar el resultado final, ya que Mario cuenta con una buena región donante”.

Ahora corresponde la remoción de los 3.400 folículos pertinentes, lo cual se ejecuta con un instrumento médico automatizado que utiliza una herramienta de extracción (“punch”) con un grosor menor a 1 mm con el objetivo de hacer imperceptibles las cicatrices de la microcirugía.

“Esta cantidad de cabellos, extraídos de esa región teórica en forma de herradura en la nuca que llega a cada zona de las orejas, permitirá alcanzar una buena densidad de pelo en el área restaurada (área fronto-temporo-parietal anterior)”, señala.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

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