El paracorto de los Leones sufrió el año pasado una lesión en el menisco de la rodilla izquierda; tuvo una larga rehabilitación, pero en ese lapso nació su única hija.
A modo de designio, como un guion cinematográfico, el momento más complejo que Erik González ha tenido que afrontar en su carrera facilitó el más especial con su familia.
La trayectoria de un deportista profesional está llena de sacrificios, y pocas cosas duelen tanto como una dolencia que te aparta del campo.
En su caso, afectó el menisco de su rodilla izquierda a fines de noviembre pasado, complicándose más al rehusarse a parar por su compromiso con los Leones del Escogido.
Este percance en el ligamento significó, sin duda, el punto más bajo de su etapa reciente. La preocupación de no recuperar su nivel, de que “El Mago” viera la molestia permanente, se afianzó en su psique.
La necesidad de detenerse cuando el cuerpo y la mente ansiaban seguir activos actuó como detonante de un cambio de visión radical. Si bien el terreno se clausuró, se abrió una oportunidad hacia el hogar, algo que había anhelado por años.
Desde 2008, cuando fue fichado por la divisa de los Indios de Cleveland, el destacado intermedista del Escogido no había pasado un verano, una primavera, con sus seres queridos en su natal Puerto Plata.
Fue un obsequio inesperado. El tiempo que habría dedicado a giras, prácticas y juegos se enfocó por completo en su esposa Cindy, con quien se casó en 2022, y en su pequeña hija Emma González, quien ahora tiene un año y siete meses, al igual que en sus padres Xiomara Rodríguez y Ramón González, y su hermana Elicel.
“Fue un trance bonito, pero enriquecedor porque estuve presente con mi hija, viéndola dar sus primeros pasos y decir ‘papá’”, comentó el jugador de 34 años sobre una etapa inigualable.
“El tiempo de Dios es preciso. Es nuestra primera descendiente y dos novatos criando en un proceso pausado, pero valioso al estar siempre con ambas”.
La idea del retiro no cruzó por la mente del defensor de 6’2” y 200 libras, pero sí la posibilidad de no ser el mismo.
La mejor evidencia de que sigue siendo el Erik conocido por todos es su desempeño en esta temporada: batea para .330 de promedio, lleva 15 anotadas, un OBP de .417, 14 boletos, siete impulsadas, cuatro dobles, dos triples e igual cifra de bases robadas.
Fiel a su estilo, cada jornada demuestra su apodo sin necesidad de nombrarlo; solo requiere usar su guante.
Y es que, en la defensiva ha sido el pilar de los Leones. Apenas ha incurrido en tres errores en 106 lances esta campaña, manteniendo un porcentaje de fildeo de .972.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.








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