ESPAÑA- La doctora arquitecta Marlén López, con una destacada trayectoria como docente universitaria e investigadora, sigue las enseñanzas de quien ella considera “el mejor asesor conocido, con 3.800 millones de años de experiencia y una infinidad de diseños, estrategias y procesos exitosos en todo el mundo: la Naturaleza”.
En el Laboratorio Biomimético, que cofundó y dirige, ubicado en el parque natural de Redes (Asturias, España), López y su equipo exploran, investigan y diseñan soluciones arquitectónicas, tecnológicas y artísticas basadas en la biomímesis, un concepto que consiste en estudiar la Naturaleza como fuente de inspiración.
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“La biomímesis puede ofrecer respuestas a nuestros desafíos, a través de miles de ejemplos de soluciones biológicas de adaptación. Nuestro reto, como creativos y técnicos, es transformar algunas de esas estrategias biológicas en implementaciones sostenibles e innovaciones tecnológicas exitosas”, explica Marlén López a EFE.
López es Doctora Arquitecta, con formación en las universidades de A Coruña, Oviedo, Barcelona, Venecia y University College London (UCL); participa en diversos grupos de investigación en arquitectura, ingeniería y construcción; y está especializada en diseño biomimético (inspirado en la naturaleza y sus formas de vida), área en la que también imparte formación.
NATURALEZA, LA MEJOR ASESORA
Una de las líneas de trabajo de López en su Laboratorio Biomimético asturiano es el concepto ‘Edificios como árboles, ciudades como bosques’, que desarrolla en un libro con ese mismo título, donde posiciona a la naturaleza como “mentora y modelo para rediseñar nuestras ciudades y edificios, manteniendo la vida sin agotar los recursos ni hipotecar el futuro”.
Según la visión de López, “los edificios funcionan como organismos vivos, respirando, adaptándose al entorno y generando un equilibrio dinámico”, mientras que “las ciudades se asemejan a bosques: ecosistemas interconectados donde el aire, el agua, la energía y los desechos fluyen en circuitos cerrados y regenerativos, como las raíces y micorrizas (simbiosis natural entre hongos y raíces de las plantas) de un bosque”.
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Para materializar esta visión, López propone un cambio de paradigma: “ver el diseño urbano como una extensión de los sistemas naturales” y adoptar un enfoque interdisciplinario en el que arquitectos, biólogos, ingenieros, biotecnólogos, diseñadores, humanistas y químicos colaboren para aprender de la naturaleza y ofrecer soluciones basadas en ese aprendizaje.
ENSEÑANZAS DE UN ÁRBOL CENTENARIO
“En los anillos y la corteza de un árbol centenario, en su capacidad para transportar agua desde las raíces más profundas hasta la última de sus hojas, en su habilidad para comunicarse con otros árboles a través de redes subterráneas, se esconden lecciones que podrían revolucionar la forma en que construimos nuestras ciudades”, señala la arquitecta.
“Ese árbol es un sistema de ingeniería perfectamente calibrado, una obra maestra de la adaptación que lleva millones de años perfeccionándose. Un edificio vivo que respira, se comunica, distribuye recursos y gestiona residuos con una eficiencia que haría palidecer a nuestros más sofisticados sistemas urbanos”, enfatiza.
En la era actual, donde el hormigón y el plástico han desplazado a la clorofila y la celulosa, López huyó de la ciudad y estableció su laboratorio en un remoto valle asturiano, rodeada de hayedos y robledales, y de la sabiduría telúrica acumulada durante eones de evolución, donde está descifrando el código fuente de la arquitectura natural.
Hoy en día, “nuestros edificios son tercamente estáticos, cuando podrían respirar, adaptarse y evolucionar. Además, construimos ciudades que luchan contra la naturaleza en lugar de aprender de ella”, señala esta arquitecta.
Sin embargo, “ya existe la tecnología para crear edificios que funcionen como árboles y ciudades que prosperen como bosques. Solo necesitamos aprender a mirar, escuchar y comprender. Solo necesitamos un impulso”, subraya.
Marlén López invita a “repensar nuestra relación con el entorno construido, a imaginar urbes que minimicen su impacto ambiental y regeneren activamente los ecosistemas que las rodean, a soñar con edificios que, como los árboles, mejoren el aire que respiramos, nutran la tierra que pisan y alberguen vida en cada uno de sus rincones”.
“Lo más interesante es observar cómo diferentes ecosistemas y tipos de arboledas se adaptan a su entorno, considerando factores como el clima y otros parámetros compartidos, siendo una fuente inagotable de ideas y soluciones para diseñar ciudades más resilientes, sostenibles y en armonía con el entorno”, destaca.
CIUDADES-ESPONJA INSPIRADAS EN HUMEDALES
“Si una ciudad enfrenta problemas de inundaciones, podríamos
encontrar una solución observando los humedales. Estos ecosistemas, ricos en agua, han desarrollado estrategias para gestionar el exceso de líquido de manera eficiente”, señala López.
“Siguiendo su ejemplo, podríamos diseñar ‘ciudades esponja’, espacios urbanos capaces de absorber y drenar el agua de lluvia de forma natural, reduciendo así los impactos negativos de las precipitaciones intensas”.
“Las ‘ciudades esponja’ incorporarían elementos como parques inundables, pavimentos permeables, techos verdes y lagunas de retención, que permiten que el agua sea absorbida y filtrada antes de regresar a los cauces naturales”, describe.
“De este modo, no solo se minimizarían las inundaciones, sino que también se mejoraría la calidad del agua y se crearían entornos más verdes y saludables para los habitantes”, añade.
URBES PURIFICADORAS, INSPIRADAS EN LOS BOSQUES
“Por otra parte, si deseamos mejorar la calidad del aire en las ciudades, deberíamos fijarnos en la función de los bosques como reguladores naturales. Los árboles capturan contaminantes, liberan oxígeno y regulan la humedad”, continúa López.
“Siguiendo su ejemplo, podríamos diseñar ciudades con amplias
áreas verdes, fachadas vegetales y techos vivos que filtren el aire y reduzcan la contaminación”, explica.
“Inspirados en esta idea, podríamos imaginar ‘ciudades filtradoras’, donde los edificios funcionarían como grandes
purificadores de aire”.
“Con superficies bioactivas y sistemas de filtración natural, estas construcciones contribuirían a estabilizar los ciclos atmosféricos y mejorar la calidad del aire urbano”, señala la arquitecta.
EDIFICIOS INSPIRADOS EN LOS ÁRBOLES
“Los edificios inspirados en los árboles, además de captar agua de lluvia, podrían tener fachadas con sistemas similares a raíces, capaces de absorber el agua y la humedad del aire, y funcionar como un circuito cerrado, filtrando y redistribuyendo el agua de manera continua, imitando procesos naturales como la absorción pasiva y la distribución eficiente a través de tejidos integrados en las paredes”, apunta.
“Estos edificios podrían utilizar superficies fotosintéticas artificiales, que convertirían la luz solar en energía eléctrica y también en energía química, almacenando nutrientes que alimentarían el edificio y sus sistemas internos”, asegura.
Añade que “este tipo de tecnología incluiría microalgas o bacterias fotosintéticas que generarían energía, purificarían el aire y reducirían la contaminación”.
“Los edificios podrían contar con envolventes dinámicas y adaptativas, inspiradas en las hojas y cortezas de los árboles, diseñadas para ajustarse a las condiciones climáticas del entorno, así como redes de comunicación internas, inspiradas en el sistema vascular de las plantas, que permitirían un intercambio eficiente de materia y energía para mantener condiciones estables, como lo haría un organismo vivo”, señala.
“Por último, los materiales utilizados en estos edificios estarían diseñados para favorecer la salud de los ocupantes, mejorar la calidad del aire interior y proteger contra agresiones externas como la contaminación o los incendios, y sus estructuras serían ligeras pero resistentes, optimizando el uso de materiales y maximizando la eficiencia de los recursos”, concluye López.
DESTACADOS:
– La naturaleza lleva milenios susurrando sus secretos arquitectónicos. La arquitecta Marlén López ha aprendido a escucharlos y a traducirlos en diseños, tecnologías, materiales, construcciones y conceptos urbanos que hacen realidad ‘edificios como árboles y ciudades como bosques’.
– Los edificios basados en la biomímesis (inspirados en la naturaleza) “funcionan como organismos vivos, respirando, adaptándose al entorno y generando un equilibrio dinámico”, señala López, quien dirige el Laboratorio Biomimético en una zona forestal de Asturias, en el norte de España.
– En la visión biomimética de López, “las ciudades se asemejan a bosques: ecosistemas interconectados donde el aire, el agua, la energía y los desechos fluyen en circuitos cerrados y regenerativos, como las raíces y hongos de un bosque”.
Por Ricardo Segura EFE- Reportajes.
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