Cada año, al acercarse la Navidad, aumentan los precios del marisco, los pescados “nobles” y las carnes más “especiales”. Para evitarlo, cada vez más familias optan por comprar los alimentos semanas antes de las fiestas y congelar la comida. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y varias guías coinciden en que adelantar las compras puede suponer un ahorro significativo, siempre que se haga con criterio y se respeten las normas básicas de congelación de los alimentos.
Aun así, hay alimentos que aceptan la congelación de maravilla, otros que lo hacen “regular” y algunos que es mejor dejar fuera del congelador.
En el caso del marisco, los profesionales recuerdan que muchos productos duplican o incluso triplican su precio en las fiestas, pero se congelan bien si se realiza correctamente. Los crustáceos grandes como centollo, buey de mar, nécora o bogavante se pueden comprar frescos, cocerlos antes de congelar, envolverlos en un paño humedecido con agua de mar o de cocción, escurrirlos bien y luego cubrirlos con film o meterlos en bolsas de congelación; así pueden conservarse en buen estado durante 3-4 semanas.
Langostinos, gambas, cigalas o carabineros también se pueden congelar en crudo si se van a preparar a la plancha, o bien cocidos si se van a servir fríos. Merluza, rape, besugo, lubina, rodaballo o salmón pueden comprarse ahora, pedir en la pescadería que los limpien bien de vísceras y escamas, y congelarlos enteros o en raciones según cómo se vayan a cocinar.
Además, solomillo, cordero, cochinillo, pularda o capón se congelan sin problema si se compran frescos, se limpian del exceso de grasa y se envuelven adecuadamente.
No todos los productos navideños soportan bien el paso por el congelador. El ejemplo perfecto son las ostras y los percebes, ya que su textura y sabor se resienten mucho tras la descongelación. Tampoco salen bien paradas muchas carnes curadas (embutidos, fiambres, salazones) porque la congelación las reseca aún más y pueden perder jugosidad y textura.
También conviene tener cuidado con algunos postres ya montados con nata, cremas o coberturas. En muchos casos es posible congelar las bases de bizcocho y masa y dejar para última hora los rellenos o decoraciones más sensibles al hielo y al cambio de texturas.
La regla general es que el congelador alcance al menos -18 ºC, que los alimentos se congelen lo antes posible tras la compra y que se envuelvan en porciones pequeñas, sin aire, etiquetando la fecha para no dejarlos eternamente en el fondo del cajón.
A la hora de descongelar, la norma de oro es hacerlo siempre en la nevera, nunca a temperatura ambiente, para evitar la proliferación de bacterias en la superficie del alimento. Lo ideal es colocar el pescado, la carne o el marisco sobre una rejilla o en un recipiente en la parte baja del frigorífico, de forma que los jugos no caigan sobre otros productos. En el caso del marisco con cáscara, puede usarse agua fría con sal para acelerar un poco el proceso, pero siempre controlando los tiempos y la temperatura.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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