Que resuene el alegre canto acompañado del júbilo de las campanas en plazas e iglesias: “…Noche de paz, noche de amor…”, que Cristo renazca en cada corazón que late.
El Espíritu radiante y lleno de inmanente alegría desciende cada año al mundo y a su humanidad en esta época, con una gracia muy especial, pues activa todos los poderes en conmemoración del feliz advenimiento de Cristo.
Que esta ocasión sea propicia para, con festividad en el corazón y más allá de los sentidos lúdicos de bebidas, comidas y celebraciones, dar cabida al amor fraterno; que los villancicos, en sus sublimes ecos, lleguen a los más desfavorecidos del mundo: niños abandonados, huérfanos de amor y cuidados, madres que han perdido a sus hijos, esposos y hogares destruidos por falta de amor, violencia y la intolerancia hacia las diferencias.
Que resuene el alegre canto acompañado del júbilo de las campanas en plazas e iglesias: “…Noche de paz, noche de amor…”, que Cristo renazca en cada corazón que late.
Abracémonos con verdadera sinceridad y alegría, entonando un cántico de gratitud a nuestro Dios por la dicha de revelarnos a su hijo Jesús, y por hacernos partícipes del amor y del compromiso de amarnos unos a otros. ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo! Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.








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