El caso Senasa se ha convertido en tema de conversación general. No es que en República Dominicana no haya existido corrupción escandalosa, pero este caso afecta directamente a los pobres, a los más indefensos, a los olvidados y a quienes más se sacrifican cuando alguien busca ascender al poder a costa de otros.
Las informaciones proporcionadas por el ministerio público sobre el caso Senasa han despertado una gran tristeza en la sociedad. Creo que no hay dominicano que no se sienta indignado ante una práctica tan atroz e inhumana contra los más necesitados.
En lo personal, como defensora del periodismo social, puedo afirmar que este hecho me ha tocado profundamente. He sido testigo de muchas historias de personas que no tienen ni para comprar una aspirina y que dependen del Seguro Nacional de Salud para recibir al menos atención médica.
Que personas sin escrúpulos atenten contra lo único que tienen los pobres en materia de salud ha “enfermado” a la población de impotencia e indignación.
El caso Senasa se ha difundido ampliamente. No es que no hayan existido casos escandalosos de corrupción en República Dominicana, pero este atenta contra los pobres, los más indefensos, los olvidados y los que más se sacrifican cuando se utiliza a alguien para ascender al poder.
Este acto de corrupción ha sacudido a la sociedad dominicana. Hay mucho dolor, mucha tristeza… Tal vez no tengamos todas las pruebas en mano, pero al hablar de un entramado tan comprometedor, sabemos que muchas vidas se perdieron por la falta de recursos para acceder a la única atención médica disponible.
No somos quienes para juzgar, pero sí tenemos sentimientos para solidarizarnos con las numerosas víctimas afectadas por la ambición de unos pocos.
Prefiero creer que los supuestos involucrados en este caso jamás imaginaron que, mientras se enriquecían, estaban llevando luto a muchas familias afiliadas al Senasa. Estaban burlando la memoria de personas fallecidas a quienes usaron para lucrarse.
Estaban desfalcando a un país que ya no soporta más casos de corrupción, que ya no tiene fuerzas para combatir este flagelo que se apodera de la sociedad. Sin duda, esto ha sido un atentado contra una población cansada de engaños, abusos de poder, egos… y, sobre todo, de impunidad.
Para aliviar un poco este momento triste que todos vivimos, viajé a una ciudad maravillosa para observar cómo la justicia enfrenta estos casos. Me sorprendió saber que allí nunca han tenido un hecho similar, porque en ese lugar hay orden, respeto, amor al prójimo y pulcritud.
El poder se ejerce únicamente para defender los intereses de la nación, no los particulares. Eso sí, quien se atreva a desfalcar al Estado, aunque sea un peso, sabe que enfrentará graves consecuencias. Imagínese si son 15 mil millones de pesos. No quisiera ni imaginar el castigo.
Tuve que regresar porque es necesario estar vigilantes con este caso que ha “enfermado” al pueblo de impotencia. A Dios que reparta suerte. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.










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