En estos días de Navidad, somos fuertemente tentados a dejarnos llevar por el consumismo, creyendo que la alegría se compra y que el amor se mide por el precio de los regalos.
Sin embargo, esta lógica termina vaciando el sentido profundo de la fiesta. Es necesario exhortarnos a vivir con mayor sobriedad y conciencia, recordando que no todo lo que se ofrece es necesario, ni todo lo que deseamos nos hace bien.
No dejarnos arrastrar por el consumismo implica aprender a decir basta, a distinguir entre lo esencial y lo superfluo, y a recuperar el valor del tiempo compartido y de la atención al otro.
Una Navidad vivida así nos hace más humanos y nos devuelve la paz interior.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.










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