Salud

Así impacta la vida digital en nuestros sentidos

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Para cualquier trayecto, por corto que sea, utilizamos el GPS para orientarnos; las pantallas forman parte de nuestro día a día y los auriculares se han convertido casi en una extensión de nuestros oídos.

La vida digital impacta en nuestros sentidos y afecta la atención, la memoria espacial y la sensibilidad sensorial. Sin embargo, existen hábitos que nos ayudan a contrarrestar estos efectos.

La neurocientífica Emilia Redolar, responsable del Cognitive NeuroLab y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica: “Recibimos ráfagas muy rápidas de información con poco contenido, y a la red atencional le cuesta mantener la concentración”.

Además, señala en un comunicado que ocurre justo lo contrario con la lectura, tanto en papel como en libro electrónico, ya que “sin notificaciones ni interrupciones, tiene efectos beneficiosos sobre la atención y otras funciones cognitivas”.

Según la investigadora, los hábitos pueden entrenar o atrofiar funcionalmente las redes cerebrales que utilizamos.

Los sentidos de la vista y el oído también están afectados por la vida digital; las pantallas retroiluminadas y los auriculares ejercen una presión constante.

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La sobrecarga de estímulos sonoros, como notificaciones, mensajes, vídeos, música y ruido continuo, obliga al cerebro a filtrar constantemente los sonidos relevantes de los irrelevantes.

“Hay más ruido urbano y más audio en los oídos. Esa contaminación acústica y el uso de auriculares afectan al sistema auditivo”, señala la profesora.

En el sistema visual, el impacto de la vida digital es simultáneo a nivel óptico, neurológico y cognitivo.

La exposición a pantallas no solo afecta al ojo como órgano, sino que también transforma la manera en que el cerebro procesa la visión, ya que exige mayor acomodación retinal, altera los ritmos biológicos y reorganiza la atención.

Los cambios más inmediatos se observan en el receptor (ojos y acomodación retiniana) debido a la exposición a pantallas, un ámbito que roza lo médico-ocular, pero que condiciona la entrada sensorial y, por ende, el procesamiento cerebral, explica.

Los sentidos del olfato y el gusto quedan en segundo plano en relación con su interacción con el medio digital.

Sin embargo, muchas veces también los saturamos con perfumes, ambientadores, alimentos ultraprocesados con potenciadores, etc.

“No se trata de un deterioro súbito por el uso digital, sino de una priorización funcional, ya que la vida moderna exige más de la visión y la audición y menos del olfato y el gusto”, señala la experta.

El estrés crónico también impacta en nuestros sentidos. Inhibe la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y el control de la atención; inhibe el hipocampo, afectando la memoria y la regulación emocional; y potencia la amígdala, lo que puede provocar una respuesta de ansiedad.

El resultado es una menor capacidad para mantener la atención visual sostenida, una peor consolidación de la memoria y una mayor vulnerabilidad a la ansiedad.

“El estrés nos afecta mucho en la capacidad de mantener la atención; el deterioro en la atención visual puede ser significativo”, indica Redolar. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

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