Con frecuencia, la temporada nos invita a sentir que lo que hacemos hoy y quienes somos en el presente no es tan valioso como en el pasado, pero con esfuerzo podemos transformarnos en mejores personas, cultivar nuevos vínculos, sorprendernos, emocionarnos e ilusionarnos.
Por Ivette Flores, Psicóloga de la Dirección de Asistencia Social de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)
En esta época del año es habitual experimentar nostalgia, sentir tristeza por lo que fue y ya no es, por quienes estuvieron y ya no están, por esos momentos hermosos que vivimos y que parecen no volver.
Pensamos que la Navidad es para niños, porque cuando somos pequeños, nuestros padres se encargan de crear en nosotros una ilusión, presentándonos la Navidad como algo hermoso, una razón para celebrar el nacimiento del Niño Dios, para estar cerca de la familia y de nuestros seres queridos. Nos envuelven en magia, aunque esa magia no sea más que el amor inmenso que sienten por nosotros y su deseo de vernos felices.
Al crecer y convertirnos en adultos, podemos sentir tristeza y desilusión por no contar con una familia numerosa para celebrar la Navidad, por no tener un gran banquete, por extrañar a esos seres queridos que nos hacían sentir amados y que ya no están físicamente con nosotros.
Con frecuencia, la nostalgia nos lleva a pensar que lo que hacemos hoy y quienes somos ahora no es tan valioso como antes, y que estamos condenados a no volver a serlo.
Podemos pasar la vida pensando en todo lo que ya no es, pero la realidad es que el pasado no regresa, y mantener la mirada fija en él nos impide ver el presente y, sobre todo, construir el futuro.
La nostalgia contiene un matiz de tristeza, pero también implica recordar esos momentos bellos que tanto disfrutamos. ¿Qué tal si reflexionamos un poco sobre esos instantes y nos damos cuenta de lo agradecidos que podemos estar por haberlos vivido, por haber compartido con nuestras personas favoritas y aprendido tanto de ellas en vida?
La Navidad puede transformarse: vamos creciendo y nuestros padres nos entregan la estafeta. Ahora nos corresponde a nosotros crear momentos afectuosos con quienes queremos, celebrar el nacimiento de Jesús a nuestra manera, agradeciendo y disfrutando como adultos y, cuando llegue el momento, también generar ilusión para nuestros hijos.
No es que dejemos de sentir nostalgia, esta forma parte de la vida, de extrañar lo que fue y quienes fuimos, pero sí podemos aprovechar esa nostalgia para preguntarnos qué queremos hacer diferente, para construir algo nuevo que nos haga sentir cosas hermosas. Quizá no nos sentiremos como en el pasado, porque ya no somos las personas de antes, y está bien; de eso se trata la vida: de movernos, de crecer cada día; con esfuerzo podemos convertirnos en mejores personas, disfrutar nuevas experiencias, cultivar nuevos vínculos, sorprendernos, emocionarnos e ilusionarnos. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
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