Fuente: Listin diario
En un país donde diciembre suele estar marcado por luces, filas, festejos y el agotamiento acumulado durante el año, todavía hay personas que han decidido que la Navidad no es un show, sino un acto de ternura. No se trata de cuánto brille la ciudad, sino de cuánto ilumine una acción concreta.
Es en ese punto donde surgen estos grupos: jóvenes, familias, pastorales y comunidades que llevan alegría, alimentos, juguetes y compañía a quienes pasan las fiestas en silencio. No cuentan con la infraestructura de una gran organización ni con el presupuesto de una institución… pero poseen algo que vale más: intención, constancia y un amor que se pone en movimiento.
El voluntariado Recolectazo, encabezado por Galbert Gutiérrez, nació casi por casualidad: a partir de un cumpleaños. Galbert decidió que, en lugar de recibir regalos personales, prefería juntar artículos de primera necesidad para entregarlos a los niños del Hospital Robert Reid Cabral. “Al recibir tanto apoyo entendí que podía desarrollar esto de forma frecuente”, rememora.
La respuesta fue tan grande que no solo logró armar 100 kits, sino que transformó la iniciativa en un compromiso mensual. Después de 12 encuentros, Recolectazo se ha convertido en un puente entre las necesidades materiales y el acompañamiento emocional: “Nos gusta llevar un programa divertido y espiritual”, explica Galbert, convencido de que “no todos están dispuestos a desprenderse, pero esto no es religión, esto es amor”.
Entre sus recuerdos más entrañables está el apoyo de su padre en aquel primer voluntariado: “Fue él quien me dijo que había depositado en mi cuenta, aun sin tener dinero. Ese fue su regalo para mí, y falleció poco después”. En ese encuentro inicial nació algo que no solo marcó a Galbert, sino a cada persona beneficiada desde entonces.
Otra historia que avanza hacia la esperanza es la del grupo Romjewilcos, coordinado por Jhamelyn López. Lo que comenzó como un gesto de agradecimiento a Dios, “queríamos darle gracias por las obras que nos había permitido realizar”, terminó convirtiéndose en una red de apoyo que crece cada año.
Lo más curioso es cómo seleccionan las comunidades: “Nuestros chicos observan las zonas cuando andan en bicicleta”, comenta Jhamelyn. De esos recorridos nacen rutas, familias identificadas y un mapa afectivo que se expande con cada donación.
Los momentos más impactantes tienen nombre y rostro concreto. Como aquel señor del 2021 que, sin haber desayunado a las 12:00 del mediodía, levantó las manos y dijo: “Gracias papá Dios”. O la pareja de esposos en silla de ruedas en Los Mameyes; o los dos hermanos de La Feliciana que solo recordaban una cosa: “ustedes siempre vienen antes del 24”. Ese hilo invisible entre recuerdo y presencia sostiene al voluntariado. Y aunque conseguir apoyo empresarial resulta complicado, Jhamelyn lo resume así: “Hasta una libra de arroz la recibimos con mil amores”.
Desde 2007, el proyecto Navidad es Jesús, impulsado por la Pastoral de la Universidad Católica de Santo Domingo, continúa reuniendo entre 100 y 150 voluntarios anualmente para llevar a varias comunidades no solo juguetes, sino un mensaje más profundo.
“Queremos regalarles a los niños un día lleno de alegría y esperanza… que comprendan el verdadero sentido de la Navidad”, expresan sus coordinadores. Seleccionan los lugares con ayuda de sacerdotes y religiosas, quienes realizan un censo real para identificar necesidades. Lo más difícil es gestionar los recursos. “No es fácil, pero Dios no nos abandona. Siempre, incluso en el último momento, llegan los recursos necesarios y hasta más”.
Para ellos lo más emocionante es siempre la entrega de lo recolectado: ver los rostros infantiles sin filtros ni reservas. Y su mensaje final es quizás el más teológico: “Más allá de regalos y luces, el verdadero centro es Jesús. Queremos que Cristo nazca en cada corazón y ese amor se comparta con los más necesitados”.
Por último está el proyecto familiar de Alex Moreta, una iniciativa pequeña sólo en apariencia. No cuentan con nombre institucional ni estructura grande, pero han logrado impactar asilos, campos, iglesias y barrios enteros. Para Alex la motivación es sencilla: “Hay personas que en Navidad no tienen cena… y niños que en enero no tienen útiles escolares”. Seleccionan las familias con ayuda de alguien conocedor íntimo de la comunidad; alguien capaz de identificar quién está realmente en mayor necesidad.
Lo más desafiante para Alex es manejar las filas: “A veces alguien quiere recibir dos veces… es difícil pero buscamos ser justos”. Lo más hermoso es observar la emoción en quienes reciben algo tan simple como un juguete o un cuaderno: “Hemos visto muchas sonrisas e incluso lágrimas de alegría”. No reciben dinero sino aportes en especie.
La ayuda se difunde mediante historias de Instagram, estados de WhatsApp y el boca a boca. Su deseo para esta Navidad es un llamado urgente: “Que más personas tengan la iniciativa de hacer algo para llevar alimento y alegría”.
Cada una de estas historias representa una luz distinta encendida en medio del mismo diciembre. Porque lo que hacen no es llenar un vacío material sino uno mucho más difícil de nombrar: sentirse visto, recordado y acompañado.
En estas manos la Navidad deja de ser un calendario para convertirse en un gesto.
Quizás el milagro no esté en grandes obras sino en estos pequeños actos que sumados sostienen lo que a veces se nos cae: la fe en la gente. El hombre que levanta las manos para dar gracias sin haber comido; los niños que esperan cada año “antes del 24”; los voluntarios que insisten aún cuando los recursos llegan tarde; el padre que apoyó un primer sueño antes de despedirse.
Todo eso conforma una verdad imposible de caber en tarjetas o campañas:
la Navidad sucede cuando alguien decide que el otro importa; sucede cuando el amor deja ser palabra para convertirse en acción; sucede cuando pese al cansancio alguien carga una bolsa, una muñeca, una ración o una sonrisa.
Y sucede sobre todo cuando en medio de un país que a veces olvida muy rápido hay quienes aún se detienen, miran y dicen: “¡Vamos!”. Ese “¡vamos!” representa el verdadero nacimiento repetido por estos proyectos cada año.
Sin pesebre visible pero con una luz inextinguible. Porque para muchas familias la Navidad no llega sola; la traen ellos a pulso; con amor humilde; con esperanza imbatible.
Si deseas apoyar algunas de estas causas puedes buscarlos en sus redes sociales:
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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