Fuente: Federico A. Jovine Rijo/federico_a_jovine_rijo@listindiario.com
De alguna manera, todos los pueblos presentan rasgos chovinistas. La creencia de ser únicos, especiales o distintos a los demás es un fenómeno universal, posiblemente ligado al instinto de supervivencia individual trasladado al ámbito colectivo.
Cuando la sociedad ejerce mayor presión sobre el individuo, la única forma de preservar “algo” de la identidad personal es integrándola en la comunidad —como el Volksgeist alemán, por ejemplo—. Así, al proteger la singularidad de la nación a la que pertenecemos, se reafirma la individualidad.
Por eso, aunque los motoristas, sonateros (especialmente los de color naranja, que son los peores), guagüeros, patanistas y los infaltables deliberys actúan a su antojo sin que la “autoridad” intervenga (las comillas son imprescindibles); a pesar de que todos reconocemos que este país está complicado (con J); de que somos groseros, chismosos, conflictivos, bulliciosos e irrespetuosos; pese a todas las fallas que como nación, Estado, gobierno o sociedad podamos exhibir; seguimos firmemente convencidos de que este es el mejor país del mundo.
Esto explica por qué quienes emigran no cortan sus vínculos, sino todo lo contrario. Porque el que se fue nunca se fue del todo y siempre regresa… aunque sea para una visita. Porque ensalzamos —Urbit et Orbi— nuestras virtudes culinarias, artísticas y geográficas como si fueran exclusivas; cuando muchas de ellas también pertenecen a buena parte del Caribe. Así, estamos seguros de que el mejor café, las mejores playas, los mejores ríos, el mejor chicharrón, el mejor casabe, el mejor arroz con habichuela y fritos verdes (¡y aguacate!), etc., son los nuestros.
En fin, en ciertos aspectos realmente somos los mejores y en otros —como tener la Biblia en el escudo— somos únicos. Tal vez la lógica darwinista de la supervivencia del más fuerte también se aplique a las naciones; sin embargo, al extremo esta interpretación social puede resultar mortal. Por eso hay que ser cautelosos con el nacionalismo cuando se alimenta del chovinismo, ya que puede transformarse en algo peligroso al generar una sensación colectiva de exclusividad que nos separa (y nos eleva) por encima de otros pueblos.
En un planeta llamado Tierra todos estamos interrelacionados, conectados y dependemos unos de otros, por mucho que algunos se consideren elegidos por Dios. Es importante recordar esto en este último viernes del año que termina porque en estas fechas todo queda para enero y los días transcurren en una inercia donde casi nada avanza y solo se vive y respira… poco más. La caída en la productividad y las agresiones hepáticas suelen ir juntas. No sé si en eso realmente somos distintos (en algo debemos serlo), pero al menos así lo experimentamos.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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