Fuente: Listin diario
Clint Bentley busca reflejar la poética natural que caracteriza el cine de Terrence Malick
En “Sueños de trenes”, disponible en Netflix, el director estadounidense Clint Bentley se aproxima, en cierta medida, a la poética de la naturaleza propia del cine de Terrence Malick.
Como propuesta contemplativa, debo reconocer que logra transmitir una cierta belleza en las atmósferas naturalistas, aprovechando la sobria presencia de Joel Edgerton. Sin embargo, en ocasiones tengo la impresión de que su drama carece de un rumbo definido y se pierde en el bosque sin dejar una emotividad que me conmueva, quedando más como una copia superficial del estilo malickeano.
La trama sigue a Robert Grainier, un hombre marcado por un pasado trágico que trabaja como leñador en el bosque, ganándose la vida talando árboles con su hacha y colocando raíles para los ferrocarriles del siglo XIX. Su existencia encuentra un breve respiro de felicidad junto a su esposa Gladys y su hija en una cabaña ubicada en una zona rural, hasta que un incendio forestal les arrebata la vida, dejando a Robert en un estado de meditación estoica, símbolo del fuego que consume su mundo interior.
Desde el punto de vista estructural, el drama adopta la forma de un extenso racconto, donde un anciano narra en voz en off las peripecias del protagonista a lo largo de 80 años, bajo una mecánica diacrónica que convierte el relato en una narración elíptica.
El guion de Bentley permite desarrollar el perfil psicológico de Robert, pero pierde fuerza lentamente al reducir sus acciones a una rutina previsible basada en diálogos al aire libre y momentos contemplativos, donde el personaje parece atrapado entre sus miedos internos y los anhelos del futuro.
El conflicto principal se limita a una circularidad que gira en torno al trabajo de Robert junto a obreros racistas en la construcción del ferrocarril; las tareas estacionales que lo alejan de su esposa e hija; sus pesadillas donde es atropellado por un tren; la amistad con un hillbilly experto en explosivos; y sus paseos sin rumbo para superar el trauma de la pérdida amid los cambios socioeconómicos.
En apariencia, todo esto sirve para capturar la esencia de una vida común en el Noroeste americano a principios del siglo XX: trabajo ferroviario, amor efímero y pérdidas que resuenan en el bosque. Pero subyacente a esto, Bentley utiliza el calvario de Robert para cuestionar no solo la familia como institución social sino también la condición del trabajador y el racismo estructural durante la expansión estadounidense, entendido como la desilusión de un obrero alienado cuya vida está marcada por el trabajo físico y el avance del capitalismo industrial.
Esta crítica resulta simplista pues ignora las complejidades del capitalismo y reduce a los personajes a meros elementos decorativos dentro de un manual didáctico sobre lucha de clases.
Al menos, fuera del vacío discurso, Edgerton brinda una interpretación mesurada que se beneficia de su mirada expresiva para dar vida a un derrotado solitario, honesto y atormentado, quien tras sus silencios esconde la melancolía por la pérdida de sus seres queridos, como un fantasma errante viviendo una existencia contemplativa en la vejez.
Felicity Jones queda relegada a un papel secundario como interés romántico. Bentley los presenta con una puesta en escena que mediante un montaje elíptico captura la tristeza a través de claroscuros, planos panorámicos y fijos, encuadres móviles, formato 4:3 y la atmósfera propia de una fotografía naturalista a cargo de Adolpho Veloso sobre atardeceres, ríos y bosques.
También se escucha ocasionalmente la música de Bryce Dessner. Sin embargo, nada consigue evitar que la película se desplome como un tronco hueco recién cortado.
Reparto: Joel Edgerton, Felicity Jones, William H. Macy, Kerry Condon, Nathaniel Arcand
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
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