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Cerca de 800 jóvenes de la Diócesis de Aragón participaron en la JMJ.

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Zaragoza, 3 Sep (EUROPA PRESS) -. Alrededor de 800 jóvenes de las diócesis aragonesas han participado en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que ha presidido el Papa Francisco en Lisboa (Portu.

Zaragoza, 3 Sep (EUROPA PRESS) -.

Alrededor de 800 jóvenes de las diócesis aragonesas han participado en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que ha presidido el Papa Francisco en Lisboa (Portugal) y que se ha celebrado del 1 al 6 de agosto, según han informado las iglesias aragonesas.

Las diócesis aragonesas participaron en la JMJ junto a diversos grupos de jóvenes organizados por los servicios de juventud, parroquias y asociaciones eclesiales.” Todos ellos tenían diferentes sensibilidades sobre cómo vivir su fe, pero estaban dispuestos a compartir experiencias comunes y únicas como la Jornada Mundial de la Juventud.

Desde los extremistas más agresivos y convencidos hasta los que, como dijo uno de los jóvenes participantes, “se apuntaron para probar”, todos rompieron el tabú moderno de creer en Jesucristo.

‘La JMJ fue una oportunidad para dar un rostro y una voz tangibles a los testigos que deben evangelizar el mundo hoy’. Por eso era tan importante hacer visibles a las chicas y chicos que se reunieron en Lisboa procedentes de Jaca, Huesca, Barbastro, Monsón, Zaragoza, Tarazona, Teruel y Albarracín.

Me sentí apoyado y sostenido por otros jóvenes cristianos. Carlos Ortas, de la parroquia de Monsón de Barbastro, que viajó con otros jóvenes como Eva Mate, dijo que “lo que vivimos durante la semana de la JMJ fue un gran impulso para nuestra fe”.

Ver a tantos jóvenes como nosotros viviendo el amor de Cristo nos ha dado ganas de seguir creciendo y compartiendo en comunidad”. Testimonios que nacen de la sed de compartir su fe con sus iguales, como dice Clara Gallego, de Huesca: “Me he dado cuenta de que nunca estoy sola”, o como dice María Ortín, de Teruel: “En la iglesia, quizá en el barrio, pero no en la iglesia, te das cuenta de que no eres el único joven”.

La JMJ también nos deja momentos para la reflexión, como la sentida acogida que recibieron los peregrinos por parte de la parroquia. Me alegró mucho el trato de mi familia de acogida y lo contentos que estaban de tenerme en su casa. Fue muy emotivo ver llorar a mi madre de acogida porque no quería que nos fuéramos”, cuenta Elena Desiré Martínez, de Zaragoza.

Otra imagen que deja la JMJ es la de la fiesta como expresión de la diversidad de dones. María Palomar, de Huesca, dice que ‘para entenderse basta con hablar el lenguaje del amor’, impresión que comparte Beatriz Luna, de Zaragoza. Me impresionó el ambiente de unidad y fraternidad: más de 200 países, cada uno con su cultura, su bandera y sus tradiciones, conviviendo sin problemas. Todos éramos hermanos entre nosotros”.

Estas enseñanzas se vieron reforzadas por las palabras del Papa Francisco y recordadas por jóvenes como Juan Pablo Leyva, de Tarazona.

‘Pero ahora no tengo miedo a nada. Puedo ir a la universidad y siento que puedo enfrentar cualquier contratiempo. Porque Dios está conmigo y me da valor y fuerza’.

El mensaje del Papa, que habla con la sencillez de Cristo, emocionó a los participantes en la JMJ de Aragón. “La forma en que el Papa habla con un lenguaje cotidiano que nos llama a la caridad -‘Sólo nos está permitido mirar a una persona desde arriba para levantarla’-, palabras que nos invitan a no actuar como una secta –‘En la Iglesia cabemos todos’; palabras que nos recuerdan que Dios no es como un amigo de Instagram –‘Dios nos quiere tal y como somos’; o subrayando que la alegría es misionera.

Marta Larraz, de la parroquia Monson de Barbastro, dice: ‘Compartir estos días con tanta gente unida por Dios me ha sacudido por dentro’. La JMJ es algo más que un bonito recuerdo. Como señaló Marta Ortín, de Teruel, “creo que fue un punto de inflexión en la fe de muchas personas”, la JMJ agita nuestros corazones y nos inspira a la acción.

David J. Rojas, sacerdote de Andorra, describe la JMJ como “un gusto de Dios, comunión con mis hermanos, descanso para mi alma, rejuvenecer mi ministerio sacerdotal, continuar mi trabajo, crecer en humildad y, sobre todo, dedicarme más a la evangelización y piedad entre estos pueblos que el Señor me ha regalado, fuente de caridad, servicio misionero…”. Lo describe como “un chute” de deseo.

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