27 Sept Madrid (EUROPA PRESS)
Mediciones más precisas de la masa de la Vía Láctea, basadas en el catálogo Gaia de la misión Gaia de la ESA, han dado lugar a una importante revisión a la baja: entre cuatro y cinco veces más de lo estimado anteriormente.
Así, un equipo internacional de investigación dirigido por astrónomos del Observatorio PSL de París estima que la masa total de la Vía Láctea es sólo 200.000 millones de veces la del Sol (2,06 x 10 x 11 masas solares).
Este nuevo valor se deriva del tercer conjunto de datos del catálogo Gaia, publicado en 2022, que cubre las tres componentes espaciales y las tres componentes de velocidad en un espacio de seis dimensiones dentro de la Vía Láctea y proporciona datos completos de 1.800 millones de estrellas.
Utilizando los datos de Gaia, los científicos pudieron construir la curva de rotación más precisa jamás observada para una galaxia espiral (en este caso nuestra propia Vía Láctea) y deducir su masa. Antes del descubrimiento de Gaia, la obtención de curvas de rotación para galaxias espirales era difícil, al contrario que en el caso de las galaxias espirales externas. Este reto surgía del hecho de que estamos situados en la Vía Láctea, lo que hace imposible distinguir con precisión los movimientos y distancias de las estrellas en el disco galáctico.
En este estudio, publicado en Astronomy and Astrophysics, los científicos descubrieron que la curva de rotación de nuestra galaxia es atípica y no plana, a diferencia de la determinada para otras grandes galaxias espirales.
En cambio, fuera del disco galáctico, la curva de rotación comienza a decrecer rápidamente, siguiendo una predicción conocida como colapso kepleriano, informó el Observatorio de París en un comunicado.
Para obtener una curva de rotación de la Vía Láctea que muestre el colapso kepleriano, es necesario situar nuestra galaxia en un marco cosmológico.
De hecho, el descubrimiento de que la velocidad de rotación de los grandes discos de las galaxias espirales es mucho más rápida de lo que cabría esperar del colapso kepleriano fue uno de los mayores avances de la astronomía moderna: en los años 70, la astrónoma Vera Rubin, que observó gas ionizado, y el investigador del gas neutro Albert Bosma revelaron que la velocidad de rotación de las galaxias espirales es constante mucho más allá de sus discos ópticos.
Una consecuencia directa de este descubrimiento fue proponer la existencia de materia oscura (que existe separada de la materia observable) distribuida en el halo que rodea el disco de la galaxia espiral. Sin esta materia oscura, la curva de rotación seguiría un decaimiento denominado “kepleriano”. Sin esta materia oscura, la curva de rotación debería seguir el llamado decaimiento “kepleriano”.