Italia vuelve a temblar en menos de dos semanas: un seísmo de magnitud 4,2 sacude Nápoles
Ayer, un terremoto centrado en Pruhosa, Zaragoza, alcanzó una magnitud de 4,1, según el ING, y se sintió a más de 200 km de distancia. Esta noticia sorprendió ayer, pero hoy está prácticamente olvidada. La reacción de los medios de comunicación y los políticos es comportarse como si no hubiera pasado nada.
OKDIARIO se preguntó por qué, y entrevistó al geólogo navarro Antonio Arechavala, experto en sismología y colaborador de la Universidad de Zaragoza. Explicó que España sufre actualmente ‘amnesia sísmica’ porque ‘a pesar de ser un país sísmico, se ha perdido la conciencia histórica de sus riesgos e importancia’. El terremoto de ayer, que se sintió a más de 200 km del epicentro, lo confirma.
‘Los terremotos se olvidan porque han pasado casi 140 años desde el gran seísmo de 1884, que mató a cerca de 1.200 personas en Andalucía y causó destrozos de intensidad X, afectando a toda una generación que aún vive sin que se haya producido un suceso así’, explica.
El geólogo tiene testimonios del terremoto de Pulhosa de ayer “desde las comarcas norteñas de Pamplona y Burrada, desde Villalba hasta Guadalajara, y desde casi todo el departamento de Burgos lindando con La Rioja y Escalay hasta Huesca. También es frecuente en Tudela”.
Elazabeta explica que la principal razón por la que el seísmo se sintió hasta a 200 kilómetros del epicentro fue porque se produjo “a sólo un kilómetro de profundidad” y “la falta de cobertura superficial para amortiguar el impacto provocó un latigazo muy fuerte”.
Terremotos de este tipo, dice, a pesar de durar dos o cinco segundos, pueden ser ‘muy dañinos’ porque son ‘como bombas’, como se demostró en Italia y en Murcia hace unos años. Al mismo tiempo, los geólogos insisten en distinguir la “intensidad” del concepto de “magnitud”.
En este sentido, en “Abritas y Tudela” se sintió no sólo por la “proximidad del epicentro”, sino también por el “tipo de terreno en el que se encuentra la localidad”.
La comarca del Moncayo, donde se produjo el seísmo, es “una zona sísmicamente activa” y “ha tenido terremotos importantes en el pasado”, explica. ‘Si trazas una línea desde Arnedo hasta Daroca, ha habido unos 30 terremotos en los últimos tres siglos, media docena de ellos bastante fuertes’. La mayoría de estas fallas discurren de noroeste a sureste, la misma dirección que el macizo ibérico, es decir, hacia la Sierra del Moncayo. Su origen se explica por la acción local de la convergencia africana contra la placa euroasiática.
‘En febrero de 1817, Arnedo registró un terremoto de magnitud 8, que derrumbó parte de la catedral de Calahorra. Aunque el concepto de magnitud aún no existía en aquel siglo, “se ha calculado que la magnitud fue de entre cinco y seis”. También recuerda otros terremotos ocurridos en Turunkun (M 5,1, 1929), Aguilar (M 4,6) y Daroca (M 4,7).
El geólogo propuso varias veces construir un centro científico de análisis tectónico en Daroca. ‘Hay estudios muy buenos donde se pueden ver las fallas en su totalidad y donde se ve cómo se mueve la tierra’.
Arechaveta fue uno de los investigadores que visitó Murcia para investigar los efectos del mortal terremoto que devastó Lorca en 2011. Entonces, pocos podían entender que “un seísmo de magnitud 5,1 pudiera causar muertes, destruir toda la región y dañar el rico patrimonio de la Ciudad del Sol, con pérdidas estimadas en más de 165 millones de euros”.
Cuando unos meses después visitó América Latina para informar sobre el fenómeno, cuenta Arechaveta, se preocuparon por cómo un terremoto de magnitud 5,1 podía haber causado semejante catástrofe, en comparación con los seísmos de Estados Unidos. Como vimos en Pruhosa, la clave está en la profundidad a la que se producen los terremotos en España e Italia. En Estados Unidos, explica, “los terremotos se producen a profundidades de 50, 60 o 100 km”, aunque las magnitudes sean mucho mayores. Cuando los primeros conquistadores llegaron a Centroamérica, dijeron que era como sacudir una hamaca.
A raíz del terremoto de Lorca, el geólogo consiguió llamar la atención de los políticos que en ese momento estaban en plenas elecciones”. En Lorca aprendió que podía darle la vuelta a los calcetines desde una situación de desventaja y aprender, por ejemplo, de California, que actualmente cuenta con una de las mejores investigaciones sobre terremotos del mundo.
Una de mis propuestas al Parlamento Europeo era convertir a Murcia en un referente europeo y mundial en la investigación de terremotos, poniendo en valor su patrimonio histórico, mediante la creación de un centro de investigación pionero”. Sin embargo, la financiación europea llegó y, lamenta, “a pesar de que a todos los políticos les gustó la propuesta, al final no se materializó nada”.
Alechaveta revela que, a pesar de “muchos terremotos en Iberia e Italia”, “en los últimos siete siglos tenemos muy pocos datos históricos y muy poca investigación sobre terremotos”. Las razones de la falta de datos son culturales.
En el pasado, y hasta el siglo XIX, los terremotos y las catástrofes naturales se consideraban castigos divinos y, por tanto, se ocultaban en la historia local. Hoy, sin embargo, gracias a la tecnología, podemos leer debajo de la información borrada’.
Por ello, gran parte de la información sobre los terremotos del pasado, incluidos los del siglo XIX, se ha perdido. Esta información ayudará hoy, a través de los historiadores, a elaborar normas urbanísticas para la distribución de los territorios’, explica el geólogo.
En este sentido, el geólogo ilustra la situación del terremoto de 2012 en Ferrara (Italia). ‘La geóloga e historiadora italiana Emanuela Guidoboni realizó un estudio de cada parroquia de Emilia Romagna y descubrió que en los últimos 500 años se habían producido grandes terremotos. Esta información era desconocida porque había sido borrada de la historia, y ‘según la normativa de construcción de 2004, Villa Romagna estaba considerada la región menos propensa a los terremotos de Italia’.
Ahora ocurre lo mismo. Ya no es una vergüenza religiosa, sino científica, que lleva a no afrontar la realidad. La preparación ante los terremotos no ha ido lo suficientemente lejos y no se han actualizado datos importantes. El ejemplo de la zona de Yesha, en Navarra, es el más vergonzoso de los terremotos de gran magnitud ocurridos en el pasado. Con la nueva tecnología de satélites, como Copernicus, podemos ver cómo se están desprendiendo laderas”, afirma.