Cracovia, Polonia (EuroEFE) – La siempre difícil relación entre Varsovia y Berlín se ha visto sumida en una nueva crisis por las acusaciones mutuas de no controlar la inmigración ilegal y la retórica antialemana que se ha deteriorado en Polonia a raíz de la campaña electoral ha desembocado en una nueva crisis.
El partido nacionalista polaco, el gobierno de Ley y Justicia (PiS), no sólo ha reavivado el conflicto histórico con Alemania, sino que ha perpetuado nuevos agravios y acusaciones contra su vecino occidental.
Critica a Occidente en todos los ámbitos y a todos los niveles, desde el modelo social hasta la política internacional, modelando a la Unión Europea (UE) como un “cuarto imperio” cuyo principal objetivo es obstaculizar el desarrollo económico de Polonia.
Según el principal diario polaco, “alemán” fue uno de los diez “insultos” más repetidos en la actual campaña electoral, y una de las formas más frecuentes de descalificar al líder de la oposición, Donald Tusk, es llamarle “señor Tusk” o describirle como alguien que tiene “muchos amigos en Alemania”.
Jarosław Kaczyński, líder del partido Ley y Justicia, es uno de los constructores más imaginativos de retórica antialemana.
Afirmó que Alemania “quiere volver a atar el cuello de Polonia con la bota alemana”, que Berlín “no puede soportar el éxito de la economía polaca” y que “los polacos deberían venir aquí a recoger fresas en lugar de ir a Alemania a recoger espárragos”.
Estas afirmaciones están impulsando una especie de campaña de retrohistoricismo, cuyo principal pilar es la exigencia de reparaciones de guerra por la invasión de 1939, y ha enviado cartas informativas y peticiones de apoyo a 50 gobiernos, anunciando que llevará esta demanda a los foros internacionales más importantes, como la ONU y la UE.
Varsovia ha extendido su beligerancia hacia Alemania más allá de la artillería diplomática a otros símbolos y detalles más sutiles, pero no menos importantes. La embajada polaca en Berlín siempre adjunta a sus correos electrónicos una foto de Varsovia devastada por los nazis y un enlace a una página en la que se explican las reivindicaciones de Polonia.
Incluso en cuestiones en las que existe una fuerte cooperación entre los dos países, es difícil encontrar una verdadera armonía.
Por ejemplo, la reciente decisión de Alemania de reforzar los controles fronterizos con la vecina Polonia para frenar la afluencia de inmigrantes ilegales brindó a Berlín y Varsovia la oportunidad de restregarse mutuamente la supuesta incapacidad de sus respectivos países para gestionar este asunto.
No faltaron temas de conversación: Polonia se refirió a la “ruinosa y peligrosa” política de acogida de Alemania, y Berlín exigió a Varsovia que aclarara un escándalo en el que una red de diplomáticos polacos presuntamente vendía ilegalmente visados en embajadas polacas de África y Asia.
En agosto, la violación de una joven polaca en Múnich por un migrante afgano llevó al Primer Ministro Mateusz Morawiecki a condenar la “política de fronteras abiertas” de Bruselas y su programa previsto de migración forzosa.
Poco antes, una catástrofe ecológica en el río Oder, en la que murieron toneladas de peces, provocó otra escalada verbal, en la que ambos países se reprocharon responsabilidades y medidas de precaución. El proyecto nuclear para reconvertir el sector energético polaco a un modelo menos contaminante que el carbón también ha provocado la frustración y las amenazas de Alemania, además de las tensiones por la llamada “guerra de los cereales” y el debate sobre la ampliación de la UE.
A pesar de que Polonia y Alemania se encuentran entre los mayores donantes de armas y suministros, ni siquiera su ayuda bélica a Ucrania ha logrado que estos países se comprometan en una cooperación coherente y coordinada.
En la Cumbre de Davos de este año, Morawiecki acusó a Alemania de “no hacer lo suficiente”, “dejar las cosas para más tarde” y “vivir en el pasado con todos los huevos en la misma cesta: el gas ruso”.
Las próximas elecciones polacas, previstas para el 15 de octubre, siguieron siendo bombardeadas con mensajes abiertamente antialemanes en declaraciones organizadas, medios de comunicación y mítines, y varios miembros del gobierno polaco acusaron a Berlín de supuesta manipulación en un intento de manipular las elecciones.