Con el entorno de alta tecnología y la nueva configuración de las personas que manejan el poder del dinero y los contenidos digitales, los objetivos y problemas que salen de las cabezas de quienes trabajan en el círculo no tienen nada que ver con las demandas y exigencias sociales, como las ideas para viajar a Marte o los viajes espaciales. Se nota.
La velocidad del progreso tecnológico y la obsolescencia programada no parecen importar en absoluto. La cantidad de información y quejas al respecto, el mercado, la moda, la novedad, la competencia por conseguir lo último y otros factores de carácter casi obligatorio hacen del paso de esta vida un camino con un gran desfase temporal.
Con obligatoriedad nos referimos en sentido figurado: no es una obligación legal tener redes sociales, ordenadores u otro tipo de dispositivos. Por ejemplo, comunicarse con el colegio del niño a través del correo electrónico, reuniones de padres en grupos de whatsApp, asociaciones de vecinos similares, equipos de trabajo, etc.
Para más información, véase «Hacia la abolición del sistema electoral».
Los servicios gubernamentales, consulares y privados sólo son necesarios o posibles a través de aplicaciones y dispositivos tecnológicos. Esto deja atrás a muchas personas que no pueden acceder a ellos debido a la edad, a la falta de conectividad o a una conectividad deficiente, a la falta de dispositivos o a su escasa capacidad, o a sus escasas habilidades en el manejo de dispositivos técnicos.
Mientras la nueva élite mundial de multimillonarios, con sus logros, influye en nuestra calidad de vida en cuanto al impacto de las nuevas tecnologías en nosotros, y en cómo podemos volar al trabajo o enviar a nuestros hijos a la escuela en vehículos programados, también están pensando en cómo proporcionarnos tres comidas al día, una sana alimentos sanos y una atención sanitaria adecuada, el número de personas que aún no tienen acceso a estos servicios sigue creciendo.
Nuestra capacidad para aprender y seguir aprendiendo a un ritmo acelerado está decayendo debido a la alternancia de situaciones en nuestras vidas que nos quitan tiempo y energía -el trabajo, el cuidado y mantenimiento del hogar, los niños y nuestro envejecimiento, el tiempo que pasamos en los atascos de tráfico, el estrés y la debilidad física de nuestros cuerpos jóvenes- y al mercado de las TI. Ya no podemos seguirles el ritmo. Es más, tenemos derecho a desvanecernos o dejarnos llevar por el agobio y la presión que provoca esta dinámica constante, de tener que volver a aprender lo que ya hemos aprendido porque ha vuelto a cambiar. Lo mismo ocurre en bancos y aeropuertos.
Desde los billetes electrónicos hasta los procedimientos automatizados en los aeropuertos, aunque compres tu billete en una de las pocas agencias de viajes que aún existen, seguirás siendo una persona discapacitada, aunque no seas físicamente capaz de desplazarte sin ayuda.
Los cambios que hace décadas trajo consigo el uso de las nuevas tecnologías pueden ser preocupantes, ya que todos ellos demuestran que ahora, por el contrario, aumentan las desigualdades.
Ya no necesitamos pureza en el aire que respiramos o en el agua que bebemos o en la que nos bañamos, encontrar formas de ser autosuficientes en residuos tecnológicos y carga solar sin resolver problemas. Sin embargo, lo que se ignora no desaparecerá y puede seguir creciendo. La búsqueda de la comodidad y la felicidad basada en joder a los demás no dará buenos resultados. Si se basa en la ciencia ficción y en las capacidades tecnológicas de control que cada vez se aplican mejor, vamos camino de nuevas formas de aplicar más división social, atraso y opresión de las personas.