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El cine, que nació oficialmente en 1895, creció rápidamente, apoyado en los avances tecnológicos del siglo XX, y no fue hasta los años 30, cuando la televisión comenzó a extenderse en las sociedades desarrolladas, cuando la publicidad se interesó por el cine.

Y no es necesario realizar un estudio exhaustivo para llegar a la conclusión de que el interés de la publicidad por el cine residía en la organización estética – semántica – negativa (junto con el sonido y las palabras) que los anuncios de televisión hacían posible para la difusión de los mensajes publicitarios.

En otras palabras, el proceso de transmisión del mensaje se completaba significativamente al ser amplificado por la televisión, y el acto sociológico de la publicidad se completaba con el público objetivo en una simple manifestación, en un espectáculo en el que lo que contenía el anuncio se sintetizaba a través de imágenes en movimiento, porque La película es una «película de presos».

Cabe destacar que el telefilme se servía del ‘condicionamiento cautivo’: como afirma Edgar Morán en El cine o el hombre imaginario (1956), el público se cierra a sus propios deseos y asiste, a oscuras (en su casa), a una reproducción de lo irreal con ciertos indicadores El público es la proyección de la diapositiva.

En otras palabras, el público sabía que las proyecciones de diapositivas no formaban parte integrante del espectáculo cinematográfico e ideologizaba la reproducción mecánica del producto proyectado. Y en los años treinta (con respecto a los anuncios televisivos), las fenomenales conexiones espectaculares que imitaban a los fabricantes de bienes de consumo con manchas de color casi naturales, las sinopsis de Busby Berkeley, los westerns y el aumento de la violencia policial producidos desde la perspectiva de criminales humanitarios, etc. empezaron a proporcionar.

Del mismo modo, recrearon escenas heroicas del cine negro con imágenes eróticas de vampiros y su encanto. Pero quizá lo más importante fue el New Deal de Roosevelt, una codificación social sustentada en la ideología del bienestar.

Las películas de Hollywood, al igual que la radio a mediados de la década de 1920, se convirtieron en el cañón ideológico más poderoso para producir el objeto de condicionamiento para vender la gran mercancía del bienestar. Por supuesto, 1945 y la continua expansión del capitalismo central aún no habían llegado, por lo que la publicidad televisiva se enfrentó a crisis ocasionales en ese periodo, pero sólo para marcar la pauta en casi todos los niveles del espectro social.

Hay que recordar que la moda la dictaba el cine, la forma de conducir el coche la dictaba el cine, el peinado lo guiaba el cine e incluso el hecho de llevar una camiseta debajo de la ropa estaba condicionado por el cine.

La publicidad no tenía más remedio que unirse al cine. El cine era un vector demasiado importante como para pasarlo por alto.

(Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente el 14 de este mes, pero se repite debido a una confusión sobre el párrafo de pegado).

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