El sedentarismo no sólo provoca un aumento de peso, sino que, con el tiempo, también repercute negativamente en la capacidad del organismo para regular la glucosa.
La diabetes es, en pocas palabras, una combinación de diabetes de tipo 2 y obesidad.
Desgraciadamente, estas dos afecciones se han vuelto comunes en nuestra población.
La diabetes se caracteriza por un exceso de grasa corporal, sobre todo alrededor de la cintura, que puede provocar resistencia a la insulina y, en última instancia, diabetes de tipo 2.
Este fenómeno ha recibido una mayor atención en los últimos años debido al alarmante aumento mundial de la prevalencia de la diabetes de tipo 2 y la obesidad.
El término diabetes no es nuevo para la ciencia médica y fue acuñado por Ethan Sims en 1973, quien observó la frecuente coexistencia de obesidad y diabetes de tipo 2, con numerosas observaciones directas e indirectas en entornos históricos antiguos.
La asociación entre el aumento de peso y la aparición de diabetes y la confirmación de que una reducción del 10% del peso corporal conduce a la remisión de la hiperglucemia son ejemplos claros de la relación entre obesidad y diabetes.
La propuesta más aceptada es que el origen de la obesidad deriva del exceso de masa grasa como promotor de la resistencia a la insulina y, por tanto, de cambios en el metabolismo de los hidratos de carbono, al contribuir al desarrollo de la deficiencia de insulina y la hiperglucemia.
Para muchas personas, el término obesidad es visto sólo como una cuestión estética y desconocen que la obesidad es un estado patológico considerado como una inflamación sistémica que provoca afecciones en el organismo, ya sea por sí sola o como precursora de múltiples enfermedades metabólicas.
La prevalencia de la obesidad y la diabetes no deja de aumentar en nuestro país y en todo el mundo, y existen pruebas de que el exceso de tejido adiposo es un claro factor de riesgo para el desarrollo y el mal control de la diabetes.
Uno de los principales retos de la diabetes es el efecto sinérgico de estas dos afecciones, es decir, la presencia de una de ellas aumenta el riesgo y la gravedad de la otra.
En concreto, la obesidad es un importante factor de riesgo para el desarrollo de la diabetes de tipo 2. Además, la diabetes contribuye al aumento de peso y a la obesidad.
Además, la diabetes contribuye al aumento de peso y a la dificultad para adelgazar, creando así un círculo vicioso.
La insulina, una hormona importante en el metabolismo de la glucosa, también regula la acumulación de grasa. En las personas con resistencia a la insulina, la capacidad de utilizar la glucosa de manera eficiente se reduce, lo que conduce a una mayor acumulación de grasa.
La dieta desempeña un papel importante en la diabetes. Las dietas ricas en calorías vacías, grasas saturadas y azúcares añadidos conducen al aumento de peso y al desarrollo de resistencia a la insulina. Por el contrario, adoptar un patrón dietético saludable que haga hincapié en la fruta, las verduras, los cereales integrales y las proteínas magras puede ayudar a controlar el peso y mejorar la sensibilidad a la insulina.
La inactividad física es otro factor importante en la diabetes.
Un estilo de vida sedentario no sólo contribuye al aumento de peso, sino que también afecta negativamente a la capacidad del organismo para regular la glucosa. Incorporar el ejercicio regular a la vida diaria puede mejorar la sensibilidad a la insulina, ayudar a perder peso y reducir el riesgo de complicaciones.