El debate sobre la Inteligencia Artificial puede resumirse en una pregunta. ¿Beneficiará o condenará esta tecnología a la humanidad?
En 2023, la IA, antaño una preocupación de ciencia ficción, se ha convertido en algo concreto y convincente. El pasado noviembre se presentó ChatGPT, un bot conversacional que informa, explica conceptos y resume ideas en frases sencillas. Pronto, millones de usuarios quedaron asombrados por la capacidad del chatbot para escribir poesía, realizar tareas tediosas y redactar documentos legales. Al mismo tiempo, se hizo patente una faceta más opaca. Podían facilitar la creación de texto, imágenes, audio y vídeo ultrafalsos capaces de difundir información errónea y eliminar puestos de trabajo.
El debate sobre las ventajas e inconvenientes no se limitó a las discusiones académicas y periodísticas, sino también dentro de OpenAI, la empresa que desarrolló ChatGPT. La saga en torno a la repentina marcha y regreso de Altman, una de las caras más visibles de la tecnología, fue la culminación de años de tensión latente en OpenAI, enfrentando a quienes estaban preocupados por el poder de la IA con quienes veían en la tecnología una oportunidad única de beneficio y prestigio, y los que veían en la tecnología una oportunidad única para obtener beneficios y prestigio”, escriben Tripp Mickle, Cade Metz, Mike Isaac y Karen Weise en un interesante reportaje sobre la agitación interna de la empresa.
El profesor de Kaye, pionero en aprendizaje automático y especialista en ética de la inteligencia artificial, sostiene que el debate no es tan sencillo y no se reduce a elegir entre velocidad y seguridad. En un reciente ensayo de opinión sostiene que la IA es ya una realidad que no puede ignorarse. Por ello, el profesor Kai sugiere encontrar un equilibrio entre frenar el despliegue de una inteligencia artificial que exacerbe la inestabilidad social y política, y acelerar el desarrollo de una IA que contribuya a reducir los peligrosos niveles de polarización. Lo cierto es que millones de personas ya utilizan la IA para cuestiones importantes de su vida cotidiana, a pesar de enfrentarse a ambigüedades éticas y desacuerdos sobre su uso. Entre los grises, potencialmente beneficiosos o potencialmente inquietantes, están las formas en que experimentamos el duelo. Algunas personas utilizan la tecnología de IA como forma de comunicarse con quienes han fallecido, informa su colega Rebecca Carballo. Sin embargo, este uso plantea cuestiones éticas y ha dejado intranquilos a algunos de los que han experimentado con ella.
Rebecca investigó varias plataformas que permiten a los dolientes crear representaciones digitales del difunto. Fue el caso de Stephanie Lucas Onie (75), que creó un avatar de su padre, fallecido el año pasado. Busca el consejo de su padre y quiere que sus nietos escuchen palabras pronunciadas desde su perspectiva, su tiempo y su punto de vista.
David Spiegel, catedrático de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford, afirma que un programa de este tipo ayudaría a la gente a procesar su duelo, como un álbum de fotos. Sin embargo, es importante recordar que la persona no sigue viva y comunicándose con uno, dijo.
Ahora que la inteligencia artificial es una realidad en nuestra vida cotidiana, ¿cómo la afronta? Nos encantaría saber cómo la utilizas en tu día a día. Únete a nosotros en los comentarios.
P. P.D. El Museo de Orsay de París ha organizado una exposición sobre Vincent van Gogh. Se preguntaba a los visitantes sobre la vida y la obra de Van Gogh, y las respuestas eran ansiosas y equivocadas por boca de Van Gogh.