Sin el cielo presagiando lluvia, He dejado que el poeta que anida en mi alma, salga caminando por la calle desnuda, para escribir estos versos tristes que parecen sollozar dentro de mí, sin dejarme dormir, vagando como duende dando vueltas en la cama, para levantarme envuelto en el horror de la sangre de los niños corriendo por las calles, las aceras y los contenes, formando un río de sangre interminable.
Los cuerpos de los niños destrozados por las bombas asesinas, Los cuerpos de los niños despedazados en las noches por los misiles que vomitan fuego.
El horror del holocausto, El horror del odio y la venganza El horror del desprecio humano.
-1-
La sangre de los hombres confundiéndose con la sangre de los niños, formando charcos de dolor desesperado, hombres corriendo despavoridos mientras las bombas caen sobre sus cabezas, matándolos inmisericordemente.
El pánico cunde por todas partes, El fuego lo arrasa todo, El bombardeo de noticias falsas también mata como las bombas.
No solo el napalm que enciende las casas.
La sangre no parece saciar la sed de los asesinos, para ellos la sangre solo es sangre, no dolor, muerte y luto. Sangre de niños hambrientos y desnudos buscando un trozo de vida, sangre de hombres muertos sin saber por qué, la sangre de nadie saltando de los pechos heridos por las balas que se precipitan sobre sus cabezas.
Sangre sin nombre en la frente de los muertos, Sangre simplemente humana,
Como la mía, como la tuya, como la nuestra.