La reciente victoria del presidente Nayib Bukele en las elecciones del 4 de febrero ha provocado un intenso debate sobre el futuro de El Salvador, especialmente en la cuestión de los derechos humanos. Su victoria representa una ruptura con las tendencias electorales recientes en América Latina, poniendo en duda factores como las sanciones del actual gobierno, la dificultad de la reelección y la necesidad de celebrar una segunda vuelta electoral, así como el hecho de que el Presidente no no tener mayoría en el parlamento. Priorizar la seguridad ciudadana fue identificado como clave para su éxito electoral, aunque esto no quedó excluido de las quejas obvias.
En este contexto surgió el concepto de bukelización política, término acuñado por el profesor Daniel Zovatto, quien lo definió como un modelo atractivo y eficaz. Este enfoque inspiró a varios políticos de la región, incluido el presidente ecuatoriano Daniel Noboa, quien adoptó una estrategia similar en su Plan Fénix. La influencia de Bukele en la política latinoamericana es innegable, y varios líderes emulan sus políticas autoritarias, especialmente en el sector de la seguridad.
La comunicación efectiva en las redes sociales y la construcción de una imagen de líder cercana a la gente son aspectos fundamentales de la influencia del país en la región. En Guatemala, en las elecciones del año pasado surgieron candidatos como Edmond Mulet, quien con el lema Seguridad Total 24/7 prometió construir cárceles de máxima seguridad, aplicar tecnología y un gobierno más autoritario. Otro candidato guatemalteco, Zury Ríos, ha expresado públicamente su intención de seguir el modelo de Bukele a través del Plan 4-40.
De manera similar, en Honduras, la presidenta Xiomara Castro lanzó la Operación Fe y Esperanza, iniciativa que marcó el inicio de la lucha contra los cárteles. Esta estrategia incluye militarizar el sistema penitenciario y utilizar el estado de emergencia para realizar operativos dinámicos contra las pandillas, siguiendo la misma hoja de ruta que el presidente Bukele. Sin embargo, se destacan las limitaciones y el lado oscuro de esta estrategia, especialmente las dudas sobre su sostenibilidad a largo plazo y el coste en términos de libertad personal.
No todos los políticos pueden llevar a cabo un programa similar porque requiere condiciones específicas, como un sistema político debilitado y altos niveles de popularidad. Dicho esto, el modelo del presidente Bukele ha sido criticado por supuestamente violar los derechos humanos, degradar el estado de derecho y centralizar cada vez más el poder en el poder ejecutivo. Es importante reconocer que estas acusaciones de autoritarismo y violaciones de derechos humanos deben analizarse cuidadosa y objetivamente.
En un contexto donde fuerzas externas a menudo buscan influir en los asuntos internos de los países latinoamericanos, es esencial respetar el principio de autodeterminación de los pueblos y permitir que los líderes electos demócratas lleven a cabo sus programas políticos. A pesar del atractivo que suscita el modelo Bukele, no es una fórmula universal, como lo demuestra el fracaso de varios candidatos que intentaron imitarlo en las últimas elecciones. Es importante comprender el contexto y los costos involucrados antes de intentar replicar sus políticas.
En resumen, aunque Bukele tuvo una fuerte influencia política, sus recetas eran difíciles de exportar a otros países sin entender el contexto local y los riesgos involucrados.