Cada 1° de octubre, el mundo rinde tributo a una de las bebidas más queridas y arraigadas: el café, y en República Dominicana, esta fecha tiene un sabor especial. No es solo una celebración global, sino también un recordatorio del impacto que el café ha tenido en nuestra historia, cultura y economía.
La industria cafetera dominicana tiene sus raíces en el siglo XVIII, cuando comenzó a cultivarse este grano que rápidamente se convirtió en uno de los cultivos de exportación más importantes. Sin embargo, a pesar de ser un país productor, el consumo interno es tan alto que ha surgido la necesidad de importar café de otras naciones para mezclarlo con el grano local y así satisfacer la demanda creciente.
En el país, las variedades más cultivadas pertenecen a la especie Coffea arabica, siendo las más comunes Typica y Caturra. Por otro lado, el café Robusta representa solo un pequeño 1� la producción total, lo que refleja la preferencia por las variedades de mayor calidad y sabor más suave.
INDOCAFÉ y el impulso a la caficultura dominicana
Este legado histórico ha sido impulsado por instituciones clave como el Instituto Dominicano del Café (INDOCAFÉ), una entidad estatal dedicada a optimizar el desarrollo de una caficultura sostenible que beneficie tanto a los pequeños productores como a los grandes exportadores. INDOCAFÉ ofrece servicios gratuitos de capacitación y apoyo a productores, torrefactores y exportadores.
A través de programas educativos, esta institución busca mejorar las competencias de todos los actores involucrados en la cadena de valor del café.
El aroma que une a los dominicanos
Para los dominicanos, el café no es solo una bebida; es parte de nuestro ADN. «Vamos a tomarnos un cafecito» no es solo una frase común, es una invitación a compartir, a cerrar negocios o a simplemente disfrutar de un momento de pausa en medio de la rutina.
En este Día Internacional del Café, no solo se celebra su sabor y capacidad de energizar, sino también el esfuerzo y dedicación de los caficultores dominicanos. Hombres y mujeres que, cultivan los granos que llegan a las mesas e invitan a saborear una parte de historia quisqueyana en cada sorbo.
Así que, hoy más que nunca, es un buen momento para disfrutar ese «cafecito». Y mientras lo saboreas, recuerda que cada taza cuenta una historia, la nuestra.
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