Esta temporada invernal de béisbol dominicano ha dejado la vara muy alta gracias a la estupenda serie final llena de adrenalina y euforia, como producto del excelente desempeño de ambos equipos finalistas, que mantuvieron a la fanaticada en todo momento en un estado de efervescencia muy alta.
El deporte no es mi área de experticia, pero además de que soy una escogidista que anda muy feliz con este triunfo y me pasé la final con el corazón en la boca de tanta emoción, hoy observo este fenómeno desde otra óptica; evaluando el impacto internacional que tuvo esta serie final, la cual, contagió a muchos seguidores del béisbol de otros países por las características y las manifestaciones de entusiasmo tan particulares nuestras, como también, la jocosidad de los narradores y actitudes de los propios jugadores.
Me he topado en las redes sociales con creadores de contenido, quienes dicen que quisieran venir al país a presenciar estos juegos o hacen parodias super divertidas de la actitud de los peloteros dominicanos luego de dar un Home Run.
Ahora bien, inspirándome también en un escrito de hace ya muchos años que hice, entiendo que fuera de lo que es en sí el deporte y la fanaticada, está todo el engranaje y la parte comercial que lo sustenta, y cómo, ahora más que nunca, la temporada de béisbol dominicana puede escalar hasta internacionalizar su fanaticada y todo lo que esto implica. Es decir, extranjeros que sean aguiluchos, estrellistas, licelistas, escogidistas, gigantes o toristas.
Creo, que quienes conforman la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (LIDOM), luego que termine la Serie del Caribe, debe de sentarse a reflexionar sobre los grandes retos y desafíos que tiene el país respecto al béisbol de cara a la internacionalización.
Lo primero es que la pelota dominicana puede ser un centro de atracción turística de quienes desean venir a vivir la experiencia del espectáculo deportivo en cada juego, con las pintorescas costumbres de los/as fanáticos, algo que impactaría al país de una forma diferente, ya que, aunque nuestro país ofrece diferentes destinos y experiencias, estamos acostumbrados a crear las mejores condiciones para el turismo de playa, en comparación a un turismo de inmersión en nuestra cotidianidad.
No sería la primera vez, ya que en eventos como el Festival Presidente, han atraído visitas de personas de otros países, sobre todo de Latinoamérica, pero en este caso se ha tratado de un período de 3 o 4 días, y la última vez que se hizo fue hace unos seis o siete años atrás.
En espacios de radio y televisión, he hecho en varias ocasiones la denuncia de que el deterioro de nuestro sistema de transporte y la peligrosidad de las carreteras, es un factor que afecta, no solo nuestras vidas como residentes aquí, si no, que tiene un impacto negativo en el turismo, ya que la manera de conducir nuestra, y sin tener opciones de trenes, espanta a cualquiera de querer moverse con su familia por esta isla.
Siento, que como isleños al fin, sólo sabemos mirar hacia dentro, y no hemos creado consciencia internacionalista de qué somos y representamos en el Región, y cómo, todo lo que descuidamos, afecta tanto nuestras vidas cómo las posibilidades de expandir nuestra generación de ingresos gracias al turismo. Sólo hay que ver cómo la Ciudad de Santo Domingo está cada vez más caótica y sin un planeamiento que nos guíe a salir del mismo.
Creo que si LIDOM sigue posicionando la pelota, aprovechando la ola de viralización que dejó de legado esta temporada final, que gracias también, a figuras y glorias del béisbol conocidas internacionalmente, como el propio David Ortíz, entre otros más, lograron con sus redes sociales atraer la conversación hacia República Dominicana, el portal está abierto para grandes logros en este proceso de internalización al que me refiero en este artículo. Evidentemente, LIDOM necesitaría de una política de Estado que permita el desarrollo de esta internalización de una manera pensada y organizada, que sostenga algo que surge de manera espontánea, pero que ofrece una oportunidad
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