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Combatió la invasión estadounidense de 1916

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Finalizó, ya rebasados los 80 años, esa labor que compiló en nueve tomos de su obra cumbre: "Familias Dominicanas".

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Dedicó más de la mitad de su existencia a escudriñar nombres, linajes, orígenes, nacimientos, matrimonios, descendencias y decesos de casi todas las familias de Santo Domingo, registrados en los archivos de la Catedral Primada de América y en las parroquias de la capital, Baní, San Cristóbal, Hincha, El Seibo, Higüey, Neiba y Dajabón. Finalizó, ya rebasados los 80 años, esa labor que compiló en nueve tomos de su obra cumbre: «Familias Dominicanas».

No hay otro trabajo de esa magnitud en la genealogía nacional.

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Los monseñores Octavio Beras y Ricardo Pittini le permitieron el acceso a la catedral, a lo que se sumaron oficialías civiles, fondos notariales, legajos de capellanías, dispensas matrimoniales, revistas y periódicos.

Esta producción hizo famoso a Carlos Larrazábal Blanco, tanto aquí como en el extranjero. No obstante, no es su único logro. Fue un nacionalista que luchó contra la Ocupación Norteamericana de 1916, fundando la «Juventud Independiente» junto a Viriato Fiallo, Manuel Arturo Peña Batlle, Ángel Rafael Lamarche y Juan Isidro Jimenes. Y fue antitrujillista, exiliado en Nueva York y Venezuela.

Este descendiente de El Libertador Simón Bolívar rescató los archivos de Juan Pablo Duarte, que aparecen en un libro anotado por él, Emilio Rodríguez Demorizi y Vetilio Alfau Durán como «Apuntes de Rosa Duarte».

Se desempeñó como maestro de varias generaciones en primaria y secundaria, llegando a catedrático de farmacia y filosofía de la Universidad de Santo Domingo.

Como Maestro Normalista y Licenciado en Farmacia, fundó la «Escuela Pestalozzi», «cuyo modelo educativo sobresalió por la eficiencia de sus egresados».

Publicó otros libros: «Guerra Civil», que narra conflictos de su infancia y juventud; «Los negros y la esclavitud en Santo Domingo»; «Toponimia», «primera en su tipo en el país y pionera en Hispanoamérica».

También «Manual de Historia de Santo Domingo y otros temas históricos», editado por Andrés Blanco, quien también publicó una «Antología» de Larrazábal; «Origen hispano-dominicano de algunas familias caraqueñas»; «Vocabulario de afronecrismos»…

Sobre el incansable investigador y singular autor de tantos títulos, conversan sus nietos Roberto y Raúl Larrazábal Troche, y su bisnieto Amílcar Larrazábal Jiménez, llenos de admiración por ese antepasado que jamás abandonó su pluma y nunca olvidó su Patria. Además de mantener correspondencia, viajaba a la capital en sus vacaciones para peinar archivos y completar sus «Familias Dominicanas», e iniciar nuevos retos con capítulos sobre otros temas novedosos.

Regresó con la caída de Trujillo y, a partir de 1973, cuando enviudó, dejó a un lado el merecido descanso anual, para invertirlo en investigaciones documentales.

«Nuestro abuelo jugó un papel fundamental en la preservación de la historia y la identidad dominicana», afirman los tres descendientes, sorprendidos de que su ancestro no haya merecido una calle con su nombre.

Probablemente, el único homenaje sea el que le rindió el Archivo General de la Nación, al bautizar con el nombre de «Carlos Larrazábal Blanco» su estudio de grabación.

Carlos, Roberto y Amílcar han seguido el ejemplo de don Carlos: cada año vienen, desde Venezuela y México.

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