Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Italia ha activado el máximo nivel de alerta. Miles de efectivos desplegados en el terreno, unidades de élite estratégicamente ubicadas y militares armados con bazucas modernas. Roma se blinda para asegurar la despedida del papa Francisco. El funeral está previsto que comience a las 10:00 de la mañana. Tras la ceremonia, sus restos serán trasladados a la basílica de Santa María la Mayor. Para asegurar el evento y el posterior recorrido, no se ha escatimado en recursos porque la exigencia es máxima, y por dos razones principales: el número de visitantes y el tipo de asistentes.
La capital italiana reúne a 130 delegaciones extranjeras, que se suman a las más de 200.000 personas que habrían peregrinado desde todo el mundo para darle el último adiós al papa Francisco. Pero más allá de la enorme multitud de fieles, Roma se ha convertido en el epicentro mundial. La ciudad acoge jefes de estado, reyes, presidentes, primeros ministros, lo que supone un enorme desafío logístico y de seguridad. Gran parte de los líderes internacionales están conglomerados en un único punto. Escasos kilómetros cuadrados convertidos en zona crítica. Un blanco de ataques que requiere absoluta vigilancia.
Los puntos críticos son la Piazza San Pedro, el Vaticano, la Basílica de Santa María la Mayor — donde será trasladado el féretro — y los barrios circundantes. Pero no solo. También las zonas donde los grandes mandatarios residen estos días, líneas de autobuses, metro, estaciones ferroviarias y aeropuertos. La vigilancia se lleva a cabo por tierra, agua, cielo y subsuelo. Este año es de jubileo, por tanto, el Vaticano y el estado italiano ya venían preparando medidas reforzadas para proteger a los turistas, como simulaciones de ensayo-error o evacuaciones de prueba. Pero a estos protocolos ahora se suma todo un despliegue de medios.
En la plaza que acoge la basílica de San Pedro se han establecido varios anillos de seguridad. Al ser una zona abierta, la atención se duplica. Una misma persona pasa por varios controles antes de acceder, se trata de cinturones concéntricos, y existen tres puntos de control: desde la zona C, después la B, hasta la A, un espacio “esterilizado” al que se permite el acceso solo a personal autorizado.
Por el cielo sobrevuelan las fuerzas aéreas y por los tejados asoman francotiradores apostados en puntos clave para cubrir todo ángulo muerto. Se ha decretado, además, la No Fly Zone sobre Roma, es decir, zona de exclusión aérea. Añádanse, claro, las medidas reforzadas en aeropuertos, como Ciampino y Fiumicino, y estaciones ferroviarias.
Revisiones de bolsos y mochilas, escáneres de rayos X, sistemas de inhibición de señales, cámaras de reconocimiento facial, control biométrico, detectores de metales y uso de tecnología punta sumada a la inteligencia artificial. El Centro de Gestión de Seguridad de Eventos ha desplegado un sistema de vigilancia 3D que permite el monitoreo en directo y una visión panorámica 360 grados de todo el perímetro del Vaticano y alrededores. También se usan mapas de calor para vigilar los movimientos de masa, circuitos cerrados de televisión y un blindaje de ciberseguridad, porque hoy día los ataques alcanzan también lo intangible, como las comunicaciones, y en eventos de este calibre, es primordial asegurarlas.
El ministro del Interior, Matteo Piantedosi, preside el Comité Nacional de Orden y Seguridad, que exige a su vez una colaboración entre unidades. El prefecto de Roma, Lamberto Giannini, anunció que se instalarán grandes pantallas a lo largo de Via della Conciliazione y zonas cercanas para permitir a los asistentes seguir el acto ceremonial. ¿Y quién vigilará todo esto?
Se despliegan cerca de 10.000 agentes entre el Cuerpo de Gendarmería Vaticana, la Guardia Suiza, Carabinieri, Policía, Guardia di Finanza, Protección Civil, Cruz Roja, Ejército, Bomberos, refuerzos desde otras regiones, unidades caninas y la Policía Fluvial, que ha intensificado sus rondas por el río Tevere. Se suman también unidades especializadas en la lucha contra la amenaza nuclear, bacteriológica, química, biológica y radiológica, además de expertos artificieros.
Las unidades antidrones han llamado la atención de los turistas, al llevar consigo los nuevos bazuca al estilo SkyWall 100, de RCD, que pueden alcanzar objetivos a 100 metros de distancia y usan un paracaídas para controlar la caída del dron. También trabajan los equipos especiales de la Oficina de Prevención y Rescate Público en la supervisión del subsuelo de la ciudad, desde cloacas hasta estaciones de metro y túneles. Por supuesto, se han activado las Unidades de Operaciones de Primera Intervención (UOPI), los aviones de combate están preparados ante inminente necesidad, y los servicios de inteligencia, en sigilo, controlan las amenazas.
La colaboración no es solo nacional, sino total, porque a este ya potente dispositivo, se agregan los equipos de seguridad de muchos de los mandatarios, que optan por viajar con sus propios agentes de confianza. Se trata, por tanto, de un trabajo conjunto de coordinación incluso internacional.
Solo un enfoque integrado puede manejar semejante despliegue. Aunque siempre se refuerce la seguridad en eventos de gran magnitud, no es habitual que se concentren al mismo tiempo cientos de miles de personas junto a los más importantes líderes mundiales. Es, sin duda, uno de los eventos de mayor riesgo a escala global.
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